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46 Las madres que tenemos. En el sobresalto que sintió la Virgen María, al tener por primera vez, en sus brazos al Niño Jesús, se sublima la maternidad de todas las mujeres del mundo. Incluso, también, el sentido materno del hombre. "Os rodeé-dice San Pablo a los gálatas- como una madre que alimenta a sus hijos". (Gal. 4,19). El concepto de madre no lo podemos restringir sólo al ser que nos dio a luz al mundo. Hay madres que aban– donan a sus hijos y son recogidos por otras personas que los educan y aman. Jesús estiró el sentido del vocablo "madre" y lo aplicó a todo aquel que "cumple la volun– tad de Dios" (Mat. 12,48) y realiza entre los demás co– metidos verdaderamente maternales. Dedico este capítulo, con el telón de fondo humaní– simo y divino de María con el niño en brazos a todas aquellas mujeres que en el transcurso azaroso de la vida van atendiendo nuestras necesidades, luchando y gozan– do con nuestros trabajos, alegrías y dolores. Es un deber sacar a primer plano la faceta más entrañable de quienes, alguna vez, han hecho de madre a lo largo de nuestra exis– tencia. Las maestras: Son muchas las horas que estas muje– res dedican diariamente con paciencia y amor, a los ni– ños. Educan, miman, consuelan, limpian. Una maestra lleva en su palabra y en su gesto el signo de una caliente maternidad. 144

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