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nautas, la enfermera designada por la NASA para ser un . poco confesor, hermana, madre y amiga de los hombres del espacio. "Dee" era irlandesa y fervorosa católica, y cada vez que había un lanzamiento tripulado se la podía observar en Cabo Kennedy desgranando su rosario y, fre– cuentemente, llorando. La primera vez que esto ocurrió, en el lanzamiento de Alan Shepard, la NASA le abrió inmediatamente un expediente disciplinario acusándola de inducir al pesimis– mo y rodear de inquietud los vuelos espaciales. El expe– diente no pasó adelante, después que ella manifestó pú– blicamente que tenía plena confianza en la técnica y que estaba dispuesta a volar en cualquiera de las cápsulas es– paciales; pero que como católica nadie podía impedirle rezar su rosario y ni como mujer llorar por unos hombres que voluntariamente arrostraban serios peligros. Así de sencilla la reacción de "Dee". Por encima de la precisión matemática y de la técnica rigurosa, allí don– de todo está cronometrado a fracciones de segundo, don– de el frío control de los mecanismos no permite improvi– saciones ni excesos y donde hasta el afecto familiar ha de esperar una cuarentena, esta mujer hace aflorar el amable mundo del sentimiento y de la fe ... Afortunadamente las matemáticas no llegan al corazón y al alma. Entre un equipo de científicos que pulsan los boto– nes de unos mecanismos de alta precisión, Dolores O'Ha– ra hace volar el alma, da rienda suelta a sus lágrimas y desgrana el rosario de sus oraciones mientras el cohete sa– le disparado al cielo. Es un desafio humilde. El desafío de la religión y del sentimiento a la fríatecnología matemática, que, llevada a extremos, puede matar la capacidad del hombre para sentir la espontánea presencia del amor y de la religiosi– dad. 131

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