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Esa misma noche -cuenta con simpatía el guía de la catedral- a los tres burlones les entró tal dolor de muelas que no se les calmó hasta que arrependidos, fueron a re– zar bajo la mirada del Cristo. Desde entonces a esa ima– gen tan querida de los vieneses se le denomina: "CRISTO DEL DOLOR DE MUELAS". Jesús terminaba sus parábolas: "El que tenga oídos para oír, que oiga... ". 113
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