BCCCAP00000000000000000000396
El dice sencillamente, lo que nosotros pudiéramos repetir hoy en cualquier oportunidad: "Muchos hombres no tienen qué comer. La violencia-madre es la injusticia. Hay represión y tortura porque existe un orden injusto que se defiende". Este es el Evangelio. Helder Cámara, lo mismo que Teresa de Calcuta o Juan Pablo II, no se deja engañar cuando le presentan la cara limpia de las ciudades, la riada de trabajadores en– trando en las fábricas ... Ve más allá, contempla a los pa– rados, los suburbios asquerosos y a los que mueren por consunción... Y se le ocurre gritar como en la parábola evangélica de los jornaleros tumbados en la plaza: "¿ Qué hacéis pa– rados? ¿Por qué no trabajáis? ¿Por qué no habláis? Diri– gid una carta viva, sentida a todos los sin trabajo, a los pobres, a los que están desolados alrededor de vuestras casas, a las fábricas, y ... ¿por qué no? a vuestras Iglesias... Cuando Jesús dice: Tengo compas1on de la muche– dumbre... Cuando se conmueve... , cuando se acerca, al paso de su caminar, para echar una mano a un pobre, to– car a un miserable, hablar con un necesitado... , está di– ciendo que su reino, su mensaje, se cierra para aquellos que aceptan sin emoción la esclavitud de los pobres. Es decir, para mí o para ti si hoy pasamos al lado de quien se duele de verdad y ni siquiera lo miramos. Poco o nada nos dicen ya los números. Poco o nada nos perturba el oír que el 80 por ciento de las riquezas del mundo las acaparan unos pocos... Helder Cámara, como los profetas clarividentes, no se pierde en números, "ante situaciones de vida en las que no existe derecho a callar", ratifica sonriente: "morir por la justicia es un privilegio". Se puede matar a un hombre que predica la 106
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz