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Elernentos 1nariológicos en el epistolario de sau Pablo Me parece oportuno comenzar, consignando un hecho: el silen– cio del Apóstol acerca de María, y haciendo una aclaración respec– to al enunciado de este mi trabajo. El silencio de san Pablo acerca de María es casi absoluto. Ni una sola vez se lee su nombre en sus escritos. Y lo más raro es que este mismo silencio, aunque en menor escala, se observa en los Evangelios. Son contadas las veces que los Evangelistas hablan de María. San Mateo algo nos dice en sus primeros capítulos. San Marcos ape– nas la nombra. San Juan, a pesar de haber sido el custodio de la Madre de Jesús, sólo en dos pasajes de su Evangelio la hace in– tervenir. Es san Lucas, el discípulo de san Pablo, el que nos ha trans– mitido más pormenores de la intervención de María en el misterio de la Encarnación y en la infancia de Jesús. Y terminado el Evan– gelio de la Infancia, apenas vuelve a recordar a la Virgen Madre. Es verdad que algunos Padres y noctores y muchos escritores eclesiásticos han escrito que «en todas partes se habla de Ella (María), porque en todas partes se habla de El (Cristo)», según aquella frase tan conocida de san Agustín: <<Novum Testamen– tum in Veteri latet; Vetus Testamentum in Novo patet». Y algunos han seleccionado múltiples textos bíblicos, con los que han con· feccionado una Biblia Mariana 1 ; pero huelga decir que se trata de poner de manifiesto una intervención de María en la Biblia «implícita e indirecta» en virtud de su asociación a Cristo. l. Cf. RosCHINI: La Madre de Dios según la Fe y la Teología. 1 (Madrid, 1955), 62 SS. ESTUDIOS FRANCISC-\NOS 66 (1965) 23-38.

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