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32 JAVIER DE VALL.\DOLID dencia, tiene que ser la Nueva Eva, en sustitución de la antigua, Madre de todos los vivientes. Parece ser que fue san Justino Mártir (165-166) el primero que propuso el paralelismo Eva-María, y después de él san Ireneo, Obispo de Lyon (140-202) el «primer teólogo de María» 30 , quien habla de que «Dios perfeccionó a Eva en María». Y es éste el título quizá más frecuente en los escritos de los sant~ Padres, sobre todo de los siglos n-rv, muchos de los cuales aseguran que «la materni– dad divina fue consecuencia de su oficio de Nueva Eva, fue como el medio para la realización de su misión de Nueva Eva, dándonos el principio universal de gracia, del que Eva nos había privado 31 • Y esto parece indicar que los santos Padres consideraban este título, como idea madre de toda la Mariología 32 • No debe extrañarnos el que el Apóstol ni una sola vez hable ex– plícitamente de la Nueva Eva; era Adán el responsable; esto no obs– tante, volvemos a repetirlo, en su construcción soteriológica se la presiente y adivina en íntima solidaridad con el Nuevo Adán. Y así en la Carta a los de Roma san Pablo dice de una manera axiomática: Adán «es tipo del venidero» 33 • Y a renglón seguido enumera los contrastes y las semejanzas existentes entre Adán y Cristo. Ahora bien, para que el contraste y el paralelismo sean realidad, es preciso que intervengan los mismos elementos, por lo menos los más destacados, tanto en la desgracia como en la sal– vación. Pues bien, en la ruina de la humanidad intervino de una ma– nera eficiente la Mujer. San Pablo alude a la narración genesíaca y dice: «Pero me temo no sea que como la serpiente sedujo a Eva con su astucia, sean estragadas vuestras inteligencias, perdida la lealtad y santidad que debéis a Cristo 34 . Y en otro lugar: «Porque Adán fue formado el primero, luego Eva. Y Adán no fue engaña– do sino la mujer fue quien seducida se hizo culpable de trasgre· sión» 35 • Por lo mismo es también conveniente que en la repara– ción intervenga otra Mujer, otra Eva, que como la primera esté entrañablemente unida al Nuevo Adán. 30. PRZYBILSKI: De Mariología Sti. Irenaei Lugdunensis. (Romae, 1930). 31. ALAMEDA, ob. c. 32. ALAMEDA, ob. c. en ROSCHINI, ob. c. 105. 33. Roro. 5, 14. 34 2 Cor. 11, 3. 35. 1 Tim. 2, 13-14.

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