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10 JAVIER DE VALLADOLID hace uso del verbo «gloriarse», necesariamente debe usar la pre– posición «en». «Nos gloriamos en Cristo Jesús» (Phil. 3, 33; 1 Cor. 1, 31). Lo mismo se ha de decir cuando se trata del verbo «espe– rar», «confiar», etc., y de otros semejantes (1 Cor. 15, 19). Al segundo grupo pertenecen aquellos textos que tratan de una acción en Cristo o de la abundancia de bienes celestiales en El existentes. Pablo con frecuencia usa la fórmula «en Cristo» no so– lo cuando habla de nuestra unión mística, sino también cuando expresa el hecho histórico de nuestra Redención. Y entonces no es fácil dictaminar si la fórmula se ha de entender en sentido mís– tico o no, pues con frecuencia el Apóstol no establece diferencia entre el hecho histórico de la Redención y la acción permanente y continua de Cristo, como Mediador del género humano. Cierta– mente no se deben entender en sentido místico los textos siguien– tes: 1 Thes. 5, 18; 2 Cor. 5, 19; Rom. 3, 24; Col. 1, 16; Eph. 2, 13. En todos estos textos y otros similares la preposición «en» tiene un valor instrumental, se trata de Cristo como instrumento de nues– tra salvación y justificación. La preposición «en» se utiliza sim– plemente en el sentido gramatical de «por medio de... » o a las ve– ces suple al genitivo. Esto no obstante, podemos asegurar sin miedo a equivicarnos que en la mayoría de los casos la fórmula enuncia la íntima solidaridad con Cristo, de la que Pablo tiene conciencia y en la que viven todos los cristianos. Para el Apóstol y también para los cristianos esta solidaridad con Cristo es principio de posesión de los bienes salvíficos. Y así en Cristo tenemos la vida (Rom. 6, 11, 23; 8, 2, 10; l. Cor. 11, 22; 2 Tim. 1, 1; 3, 12) la Redención (Eph. 1, 7; Col. 1, 14) la justicia (2 Cor. 5, 17) la adopción divina (Gal. 3, 26). En Cristo hemos sido escogidos (Rom. 16, 13) santificados (1 Cor. 1, 2; Phil. 1, 1) bende– cidos y agraciados (Eph. 1, 3, 4, 6, 20; 2, 7; 4, 32) enriquecidos (1 Cor. 1, 5) preservados (Rom. 16, 10) santos y creyentes (Eph. 1, l, 15; Col. 1, 2, 4; Phil. 1, 1; 4, 21) circuncidados (con el bautismo) (Col. 2, 11) sellados con el Espíritu (Eph. 1, 13) dotados con la he– rencia (Eph. 1, 11) llamados (1 Cor. 7, 22). En Cristo poseemos li– bertad (Gal. 2, 4) gloria (Rom. 15, 17; 1 Cor. 15, 31) luz (Eph. 5, 8) confianza (Eph. 3, 12; Philm. 8) etc., etc. En suma en Cristo tene– mos la vida de Dios con todo su dinamismo sobrenatural de virtu– des y dones 8 • 8. M. MEINERTZ, Teología del N. Testamento (}[adrid, ed. Fax).

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