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14 JAVIER DE VALLADOLID dos los fieles está Cristo, y al mismo tiempo todos viven en Cristo, se sigue que Cristo debe, de un modo panteístico, «impersonari», y por tanto san Pablo enseña la identidad entre Cristo y el Espí– ritu (!). Y en el mismo lugar añade: «Para Pablo era muy posP– ble la identidad metafísica de Cristo con el Espíritu impersonal, puesto que en aquel tiempo, fácilmente se pasaba de un concepto abstracto a la personalidad» 1 7. Esto no obstante, a las veces, Jo. Weiss duda y no se atreve a afirmar categóricamente si el Apóstol concibió a Cristo al modo panteístico, o en un sentido místico. Sería ridículo el entretenernos en probar que en la mente del Apóstol nunca Cristo se identifica con el Espíritu, así con mayús– cula; nunca el Redentor se confunde personalmente con el Espíritu Santo. Cristo no es «una virtud incorpórea del Espíritu», sino que goza de una personalidad completamente distinta de la personali– dad del Espíritu Santo, según se puede colegir de innumerables textos del Apóstol1 8 • Existe ciertamente afinidad entre Cristo y el Espíritu Santo en sus relaciones con el Cuerpo Místico, la Iglesia; pero esta afinidad se refiere no a la personalidad sino a la operación, en cuanto que Cristo y el Espíritu concurren a dar vida al Cuerpo Místico, Cris– to como Cabeza y el Espíritu, como principio vital, como Alma. Y así como en el lenguaje ordinario las operaciones vitales del or– ganismo humano unas veces se atribuyen a la cabeza o al corazón, y otras al alma, del mismo modo, y con más motivo en el organis– mo místico, esas operaciones se atribuyen ya a la Cabeza -Cris– to---, ya al Alma -el Espíritu Santo-, que es el espíritu de Cris– to. De la exposición precedente se deduce que Cristo, en la concep– ción paulina, es un elemento de vida mística -misteriosa- col– mada de fuerza sobrenatural. Nos interesa hacer notar que esta vida mística no es teológica, sino cristológica, no es teocéntrica, sino cristocéntrica. Las fórmulas místicas más en uso en el episto– lario paulino se refieren a Cristo, sin que ello quiera insinuar la más mínima oposición entre teología y cristología, ya que también, para san Pablo. aunque el mensaje de la revelación neotestamen– taria gravita en torno de Cristo, tiene una teología teocéntrica fi- 17. En WIKENHAUSBR, ob. c., p. 46. 18. Cf. LEBRETON: Les origines d. dogm. de la Trinite, 1 (París, 1919) 389.

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