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MISTICISMO CRISTOCÉNTRICO EN SAN PABLO 13 Que si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, ese tal no es de Él...» Por tanto quien quiera vivir en Cristo, debe poseer su espíritu, de suerte que con El se haga un solo espíritu. Así lo dice expresamen– te el Apóstol: «¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Tomando, pues, los miembros de Cristo, los voy a hacer miembros de una ramera? ¡Eso, no! ¿O no sabéis que quien se junta a una ramera, es un cuerpo con ella? Porque serán --dice-, los dos una carne( Gen. 2, 24). Mas quien se adhiere al Señor, es un espíritu con Él» (1 Cor. 6, 15-17). Por esto podemos asegurar que la fórmula mística «en Cristo» expresa nuestra inhabitación en el Cristo neumático, puesto que el elemento espiritual, en el cual vive el cristiano después de su justificación, es el espíritu del mis– mo Cristo 1 '. Existe, pues, ecuación entre el Espíritu de Dios y el Espíritu de Cristo. La inhabitación del Espíritu se identifica con la idea de «Cristo en nosotros», tan querida del Apóstol. A través de este Espíritu se confiere la vida neumática hasta en su última reper– cusión, la resurrección del cuerpo con la ejemplaridad mística de la resurrección de Cristo. La comunión del Espíritu Santo (2 Cor. 13, 14; Phil. 2, 1) es tan fundamental en la vida mística de los cristianos como la comunión con el Hijo de Dios (1 Cor. 1, 9) 16 • Hasta la misma perfección está íntimamente relacionada con Cris– to y con el Espíritu Santo. Por ello existe un crecimiento en per– fección al ahondamiento paulatino del «estar henchidos del Espí– ritu» (Eph. 5, 18) y al progreso que la figura de Cristo va adqui– riendo en los fieles (Gal. 4, 19), ya que la perfección, según san Pa– blo, es la madurez varonil en Cristo (Eph. 4, 13). Este sorprendente paralelismo entre ambas fórmulas «en Cris– to» y «en el Espíritu» a algunos protestantes modernos les ha lle– vado al absurdo ridículo de proponer la identidad entre el Cristo neumático y el Espíritu personal. Así Jo. \Veiss, en su comentario a 1 Cor. 12, 13, en donde san Pablo propone su doctrina sobre el Cristo místico, escribe : «La concepción paulina según la cual la personalidad determinada de Cristo es una virtud divina e incor– pórea del Espíritu, que se difunde por muchos seres, es un proble– ma para nosotros insoluble; deberíamos considerarles como ne– cesaria manifestación simultánea de la piedad mística. Si en to- 15. Cf. JüRGE"'S~iEIER: Der mystische Leib Chrisli (Paderborn, 1934) 46 SS. 16. :\lEINERTz, ob. c.

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