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las dificultades... Los jóvenes se encontrarían tal vez en una gran flojera espiritual; mas no iban a resultar del to– do apáticos, ni absolutamente reacios a una labor constan– te de «fogueamiento». Con todo, bien estaba no hacerse demasiadas ilusiones. La cosa no iba seguramente a resul– tar tan fácil y rápida como él había imaginado. Aquel mis– mo muchacho pelirrojo, Martín Bosque, que tan excelente debía de ser, había recibido con mal disimulado escepticis– mo la proposición de cosas en cuya elaboración ideal ha– bía puesto él durante días y días el ardor más entusias– ta. ¿Cómo serían los demás? Sin duda, más fríos, peor dispuestos. No, no iba a ser fácil el movilizar para Cristo un nu– meroso grupo de muchachos dispuestos a todo, con ver– daderas ganas de esfuerzo y lucha. La situación era no poco distinta de como él se la había imaginado, planean– do desde la altura de sus ideales, desde la soledad de sus sueños apostólicos. No se trataba principalmente de convo– car y dirigir a los que «ya estaban deseando actuar y só– lo esperaban a alguien que tuviera la gracia de saber di– rigirles», como él había creído; había que empezar por sa– cudir fuertemente la profunda desgana en que parecían en– contrarse casi todos. II Aquella tarde, las· Jovenes congregadas en el recibi– dor del convento - que ya resultaba casi insuficiente, pues la asistencia había ido creciendo de jueves a jueves con firme regularidad - oían hablar así al P. Fidel: - No penséis que ya está bien cristianamente entendi– do el vivir, con sólo darse cuenta de que «no somos de aquí», de que nos encontramos en situación de forasteros y peregrinos que deben mirar siempre a una Patria futu– ra e inmortal; se está muy lejos de haberlo hecho todo, con no tomar caminos fundamentalmente equivocados, con no poner demasiada afición en las cosas estas que nos es forzoso ir dejando cada día... Estoy seguro de que Dios no ha dado el ser a ninguna criatura con la intención de 71
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