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quito presente en sus oraciones... ; y él, que no solía pro– meter nada a la ligera, porque le gustaba cumplir fiel– mente su palabra, empezó aquella misma noche a rogar por ella, conforme le había prometido. Josefina, Josefina... Al recordarla ahora en su con– templativo paseo, el P. Fidel de Peñacorada sentía un extraño interés: aquella criatura de Dios llevaba sobre sí la pesada y gloriosa cruz de tener en su frágil cuerpo un alma con demasiado grandes aspiraciones. Volteó la campana de la iglesia. El P. Fidel miró su reloj : la una menos veinte minutos. Aquel toque era para llamar a los religiosos al rezo coral de Sexta y No– na. El continuó tranquilamente su paseo, pues por su oficio de Profesor no estaba obligado a tal acto de co– munidad. La huerta quedó aún más silenciosa y propicia para la meditación; hasta algún hermano lego que andaba por ella ocupado en labores manuales se retiró a la señal de la campana. Trató entonces el P. Fidel de dar mental– mente un nuevo toque a lo que tenía pensado decir aque– lla misma tarde en la reunión de las jóvenes. Recordó todas sus reflexiones de la víspera sobre es– ta idea central de que «nuestro actual vivir es un corto pereg1inaje hacia la Patria Eterna...»; y como si estuvie– ra ya hablando a sus oyentes, siguió mentalmente dis– curseando así: «Es claro que nuestro peregrinar por la vida tiene externamente muy poco parecido con las pere– grinaciones de aquellos cristianos medievales, de austera túnica, recio bordón y ancho sombrero, que recitando sal– mos, soportando penalidades y ejercitando la caridad marchaban a Santiago, a Roma o a Jerusalén..., y lo mis– mo posaban en los «hospitales» del camino, que pedían albergue por una noche en las solitarias abadías, o en los señoriales castillos, donde cantaba el trovador recién lle– gado los viejos cantos de Roldán y Oliverio, o los más modernos poemas de Lohengrin y demás caballeros del Santo Grial... »Nosotros somos peregrinos esencial y sencillamente, sin esos toques de poesía fabulosa pasada por siglos ente– ros de evocación cristiana. Somos peregrinos en medio de esta monótona prosa que es nuestro vivir de cada día... »Pero lo terriblemente importante es que en esta tem- 64
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