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los años de una vida joven, no podía despedirse mejor. Además, toda la naturaleza estaba como nueva después del lavado que había hecho de las cosas la lluvia de la tarde precedente. El P. Fidel, paseando con sosiego, man– tenía bien despiertos todos los sentidos a los encantos de aquel día, de aquella hora, de aquel lugar... Y también a él entonces le salió espontáneamente el mismo suspiro de satisfacción con que María de la Gracia, unas sema– nas antes, había expresado su puro gozar de la prima– vera cuando se encontraba en el luminoso comedorcito de su casa: «¡Qué hermoso es vivir..., y soñar!» Por una extraña ilación, que no podría explicarse ra– cionalmente, aquello le trajo, y muy vivo, el recuerdo de Josefina. La tarde anterior, cuando en sus reflexiones sobre la interpretación de nuestro vivir había llegado a lo de «valle de lágrimas», la campana de la portería le había sacado de todo ensimismamiento dando reciamente su propio toque. En el recibidor pequeño del convento encontró una chica muy joven, de aspecto tímido, que no acertaba casi a hablar, de puro nerviosismo. Y aquélla era Jose– fina; la dueña del par de ojos grandes, oscuros, llenos de luz interior, cuyo intenso mirar tanto le había impresio– nado en sus primeras reuniones con las jóvenes; la due– ña de aquella voz suavemente acariciadora, que él ha– bía escuchado en el confesonario la víspera del Domin– go de Ramos por la tarde, cuando la iglesia olía a laurel y romero. Josefina no había podido cumplir antes su promesa de volver porque había estado malucha unos cuantos días y en casa la obligaban a cuidarse mucho. Ahora que la tenía delante se dio cuenta el P. Fidel de que ella era casi como él había imaginado: de mediana estatura, fac– ciones finas, figura más bien delgada, pelo castaño..., y unos ojos que físicamente eran su mejor tesoro: ¡ ha– bía tal vida, tan pura y tan intensa, en su sencillo mirar! Pasados los momentos del primer apuro y animada con la familiar confianza que le ofrecía el Padre, la jo– ven empezó a abrir su corazón como tal vez nunca lo había hecho... : sus extraños sueños y aspiraciones de 62
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