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cambiarían de locomotora, pues empezaba el tramo elec– trificado, y así el tren, con mejor marcha, se apresuraría más a romper el último vínculo material que aún le liga– ba con lugares y cosas que habían llenado últimamente su vida. El ferroviario de la gona dio la señal de partida. El tren arrancó... Pocos segundos más, y entraría en el largo túnel de la Perruca, el gran túnel de Pajares. Al otro lado... ¿Qué le aguardaba al P. Fidel al otro lado? Sin saber por qué, en aquellos instantes se acordó de las golondrinas que había visto por la mañana alineadas en la cornisa de la iglesia conventual. « Volverán las oscu– ras golondrinas... » había cantado el poeta. Sonrió tristemente. Aquellas golondrinas tal vez vol– verían. Pero otras «golondrinas», es decir, las horas de su más ilusionado vivir, que habían ido volando tan rápida como alegremente, ésas... ¡no volverán jamás! Ya estaba en el túnel. Al otro lado le aguardaban nuevas tierras y nueva vida. Y la protección de Dios no había de faltarle. Pero era tanto lo que dejaba atrás... Atrás que– daba León; atrás quedaban sus muchachos; atrás queda– ban innumerables cosas bellas para las que ya no había po– sibilidad de resurección ni de retorno. «Volverán las oscuras golondrinas... » Lo que no había de volver era su juventud soñadora y todo lo que con ella dejaba atrás. ¡ Habían pasado, y para siempre, sus TEMPORAS DE PRIMAVERA! 634
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