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me altera externamente, pero me deja el alma dolorida; y luego, me cuesta mucho reponerme de ciertas experiencias decepcionantes... Porque uno no acierta a explicarse que a la buena voluntad, entusiasmo, rectitud de intención y generosidad propias no correspondan iguales disposiciones y sentimientos en todos los demás. »Hermanas golondrinas: dispensadme, porque os es– toy cansando con estos desahogos que en realidad, a nadie fuera de mí pueden importar nada. Sólo quería deciros adiós. Quizá ya no volvamos a vernos en ninguna otra primavera. Vosotras os disponéis a marchar lejos; pero vais con la esperanza de volver. .., de volver a estos mismos nidos leoneses que ahora dejáis. Yo no tengo esa suerte. Yo también había hecho aquí mi nido, mas ahora debo ir– me sin esperanza de retorno. Quizá pueda volver por aquí cualquier día; pero ya será algo muy distinto de lo de aho– ra. Un no sé qué hay en la vida que se va marchitando irre– mediablemente: cuando yo vuelva, si vuelvo, seguiré lla– mándome lo mismo, pero yo no seré el mismo..., que según decía el pobre «Alonso Quijano el bueno», a la vuelta de to– das sus aventuras, «ya en los nidos de antaño, no hay pá– jaros lzogaño». La ardorosa ingenuidad y confiada alegría con que mi juventud se ha venido enfrentando con el apos– tolado y con la vida, están a punto de desaparecer. »En fin, hermanas golondrinas: que Dios os conceda mucha ventura en vuestro viaje hacia «el mediodía do– rado» que decía un tal Víctor Rugo; yo os lo deseo de todo corazón. Pero os ruego que no dejéis por allá vues– tros huesos y plumas : tenéis que volver con la próxima primavera, para poner la gracia de vuestros vuelos en el cielo de esta inolvidable ciudad, y el calor de vuestros nidos en los rincones, para vosotras bien familiares, de este convento e iglesia del Santo que tanto os amó. Y cuando volváis, tened algún pequeño recuerdo para este pobre amigo vuestro a quien pronto irán todos olvidan– do... » El P. Fidel había seguido su camino, muy lentamente, durante su hablar sin palabras con las hermanas golon– drinas. Ya se encontraba en aquel mismo lugar, entre fru– tales, donde había ocurrido su última conversación con Francisco Campo; y, naturalmente, tuvo para él un ca– riñoso recuerdo: un recuerdo cariñoso y una breve ora- 628

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