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Unas veces, pensando; otras, proyectando o soñando; otras, recordando... Se fue a detener primero bajo el gran nogal del ángu– lo suroeste: «Adiós, hermano nogal. Tú nos cobijaste cuan– do, hace algo más de dos años, estábamos echando ilusio– nadamente los cimientos de la Juventud Masculina. ¡ Si vie– ras cómo te agradezco aquel servicio! Que tu sombra sea siempre bienhechora, y tus nueces las de más alta calidad». Siguió adelante, a lo largo del muro sur... Otra parada junto al árbol que un año antes había sostenido sus espal– das y cabeza cuando «la hora del desaliento». Besó su hu– milde follaje: "¡ Gracias, oscuro árbol amigo! Sí, te agra– dezco muy de corazón aquella tu bondad de entonces. Aho– ra que me voy, pido a Dios que te lo pague todo como El sabe hacerlo... » Continuó andando, en melancólico mutismo; y al do– blar por su izquierda la esquina sureste, levantó los ojos hacia la mole de la iglesia que recortaba su figura contra el suave azul preotoñal del cielo. Diminutas aparecían allí, sobre el saliente de la alta cornisa del crucero, «las oscuras golondrinas». Aparecían extrañamente quietas... Reunidas en gran número y tan sosegadas, sin dar más que algún brevísimo vuelo para cambiar de sitio o de postura, debían de estar a la espera de algo, preparando algo. - También a vosotras os digo adiós, hermanas golon– drinas. Os tengo particular afecto entre las criaturas ala– das del Padre Celestial. Ya desde niño me alegraba oír vuestro canto y ver vuestros nidos en el viejo corredor de la casa paterna. Y de mayor, ¡ cuántas veces detrás de vues– tro casi ingrávido surcar el aire se han ido los aún más ingrávidos vuelos de mi fantasía ... ! »Sí; he soñado mucho. A vosotras me atrevo a confe– sarlo sin rubor, hermanas golondrinas. He soñado mucho... Sueüos grandes y hermosos; que estoy perdiendo la esperan– za de verlos algún día realizados. ¿Por qué el Señor nos dará una capacidad tan grande de soñar, si luego la realidad es tan mezquina?... Durante años me ha parecido la vida maravillosa, no para disfrutar de ella, sino porque en ella se podían hacer, cada día más, una infinidad de cosas que agradaran al Señor y embelleciesen a las almas. Ahora es– toy triste, hermanas golondrinas. Ya voy recogiendo una buena cosecha de incomprensiones y desengaños. Esto no 627

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