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no tengo en mí, se lo debí de pequeña a mi madre, y ahora, mayor, a este Padre querido que se me va. Nunca con nada; mas sí quisiera hacerle saber que su en León ha estado muy lejos de resultar infecunda, como él a veces parece temer... «Dios sí puede pagarle todo cuanto ha hecho por nosotros - y muy particularmente por mí -, y a El se lo encomiendo con toda mi alma... » En la tarde de aquel mismo día de sábado se hicieron cuatro importantes fotografías con todas las de la ley, pa– ra que sirvieran de imperecedero recuerdo: la Junta Di– rectiva de las chicas; la de los chicos; el grupo general de ellas; y el grupo general de ellos. El P. Fidel con todos. El día siguiente, 26 de agosto, que era cuarto domingo de mes, y por tanto día de la Orden Tercera, en la fun– ción eucarística de la tarde subió por última vez el P. Fi– del al púlpito para hablar a sus terciarios. Luego, en el salón, una breve despedida para todos. Hu– bo muchos apretones de mano; no pocos lamentos; y has– ta algunas lágrimas en el rostro curtido de dos o tres hom– bres... Pero ¿por qué han hecho esto? ¿Por qué nos lo llevan? ya no hay posibilidad alguna de arreglarlo? No, ya no había ninguna posibilidad. «Estaba escrito». Dios lo había dispuesto o permitido y los hombres lo habían determinado. 40. - Témporas ... 625

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