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paternal y de exhortación a la virtud propio de Tobías, pensaba el P. Fidel dar acertadamente su última y mejor lección. Pero euando llegó la hora, y se vio ante sus queridísi– mos jóvenes, que más que para recibir lecciones, estaban para desahogar sentimientos, tampoco él pudo dominarse, y dejando a un lado lo que llevaba en la mente, dio libre suelta a su propio sentir, hablándoles con el corazón en la mano... Aquel habla espontánea salía a veces incoherente, desaliñada, pero con tal fuerza de autenticidad, que daba en lo mejor del espíritu de los que oían. - Os aseguro, mis queridos jóvenes terciarios, que con vosotros be tenido la experiencia hasta ahora más in– teresante de mi vida... Y os aseguro también que no po– dré olvidaros jamás. Así fueron sus últimas palabras. María de la Gracia, naturalmente, estaba afectada co– mo pocas por la marcha del P. Fidel. A la mañana siguien– te •- no iba a la oficina porque le habían dado las vacacio– nes - se puso a escribir en su diario : «Ayer, a las ocho y medía de la tarde, se despidió de nosotros. »Hacía once años justos que a esa misma hora se des• pedía también, pero de manera tajante, definitiva, para siempre, el ser más querido para mí en la tierra: ¡mi ma– dre! Sus labios ya casi fríos depositaron en mis mejillas el beso más grande que un ser humano puede dar. Era el último. Ella lo sabía, y quiso sonreír para despedir a su pequeña, que, ignorante de todo, estaba allí sin dar a aquellas cosas el tremendo valor que encerraban. "Al cabo de once años, casi a la misma hora, me ha venido otra despedida también terrible para mí. Se me va - y sólo Dios sabe si para siempre - uno de lo;; seres más queridos y a quien más debo en el mundo. Mi madre me dio a la vida de· la tierra ; él me ha dado a la superior vida de la Gracia. El ha sabido con sus enseñanzas y des– velos moldear mi espíritu, dando brillo al metal que tal vez tuviera ya en sí algún valor, pero que estaba abando– nado y cubierto de polvo... Con ese amor y paciencia que sólo los apóstoles de Cristo saben, ha ido acercándome más y más al horno ardiente del Divino Corazón. Si algo bue- 624
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