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rrir esto o lo otro. Tenían que pasar unos cuantos días mientras los nuevos Superiores Provinciales nombraban a los de los conventos y distribuían las familias religiosas. ¡Casi otra semana de espera..., aguardando las noticias ver– daderamente personales! Que al fin llegaron para el P. Fidel en un nuevo tele– grama, expedido reservadamente por una persona amiga: «Le trasladan de León a... » Todo estaba consumado. Adiós a las ilusiones, afanes, y proyectos más queridos de su vida... No era un simple capítulo, sino toda una etapa, la más emocionante de su historia, la que se cerraba con aquel traslado. Ni él mismo podía explicarse más tarde cómo fue ca– paz de mantenerse tan sereno al leer el telegrama. «Bien; si Dios así lo dispone... » fue lo único que salió de sus la– bios. Pero luego, pensando, pensando..., y poniendo más de lo debido su atención en los hombres que habían dispuesto todo aquello «en nombre de Dios», empezó a revolverse su espíritu..., y a preguntarse: ¿Qué pasará entre mis mucha– chos cuando se enteren de la noticia? ¿Qué suerte correrá todo lo que yo había ido montando en León con tantos afa– nes? ¿Y qué dirá la gente? Al ver que me trasladan de golpe, sin darme tiempo ni oportunidades para concluir en forma digna el asunto del periódico... Bien: a unos, sin exponerse nunca, siguiendo tranquilamente una rutina de siglos, les está reservado el ser siempre y en todo lugar los «intachables»; a otros nos toca fatigarnos en penosos tanteos o descubrimientos de nuevas rutas... para ganar– nos tal vez la estimación de «disipados». «Está escrito», como dicen los árabes. Aunque el P. Fidel tenía permiso para quedarse en Vi– go todo el mes de agosto, decidió regresar a León inmedia– tamente después del día 15 (no podía antes, porque en la fiesta de la Asunción de María había de pronunciar una charla por la emisora local). Aprovechó sus últimas jorna– das viguesas para ir un día de excursión en gasolinera a las islas Cíes - le llevó el ingeniero encargado de la ins– pección de boyas y faros -, y hacer otro el incomparable recorrido de Panjón, La Ramallosa, Bayona, castillo de Monterreal... El día 16 decía adiós a todas aquellas hermosísimas 622

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