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El P. Fidel salió para Vigo en la noche del día 25. Iba a dar una Misión en la parroquia de Domayo, situada a la orilla norte de la gran ría viguesa. Y marchaba conten– to, pues sentía un especial afecto por aquella Vigo, traba– jadora y bellísima, donde había pasado meses inolvidables. fenía ganas de volverla a ver y disfrutar de sus paisajes sin par. En el convento vigués notó, quizá más que en el de León, esa especial atmósfera que podemos llamar «ambien– te de Capítulo»: expectación, cábalas, esperanzas, proyec– tos, temores. Los resultados del Capítulo Provincial afectaban de una manera o de otra a todos los religiosos de la Provin– cia, pues además de salir de allí los nuevos superiores, sal– dría también el cambio o trasiego de gran parte de los religiosos. Muy natural, por tanto, que en los recreos con– ventuales se hablara abundantemente del próximo aconte– cimiento y se intercambiaran pronósticos e impresiones. El P. Fidel descansó un día en el convento de Vigo y luego se fue con otro Padre de aquella comunidad a su Misión de Domayo. Fueron ocho días de entrega a procurar el bien de las almas, sin preocuparse de todo lo demás ... Al regreso, le esperaban en el mismo Vigo varias car– tas que le habían sido remitidas desde León. Una, de Car– men del Río: su letra y su «marea» eran inconfundibles. Y el P. Fidel empezó a leerla apresuradamente, porque ha– cía ya mucho tiempo que no sabía nada de aquella chica. «Mi buen amigo: «¿Le extraña? Me figuro que sí. « Hace va semanas o meses que deseaba escribirle, y nunca terminaba de ponerme a ello... « Ya supondrá q{ie en estos meses últimos mi vida cambió mucho. Ya estoy casada... El hecho de escribirle desde Ponferrada le confirmará mi boda con Fernando, como oportunamente le anuncié en una mía que no tuvo contestación. En efecto, nos casarnos; y ya espero, para dentro de meses, un hijo ... No crea que me ilusiona de– masiado. ¿Sabe por qué? :Mi cuñada tenía un chiquitín que era verdaderamente precioso: a los seis meses... «subió al cielo», dicen. Yo no sé si subió al cielo o bajó pa_ra siem– pre a la tierra. ¿No es desconsolador? ¿Para qué nacemos? 620
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