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tar la suspens10n de «Avanzadilla»; lo tenía muy a mal, pero las indicaciones del Ministro de la Gobernación ha– bían sido de eficacia taumatúrgica para cambiar su senti.r. Apenas recibido el oficio, el P. Fidel se puso a comu– nicar el notición a sus más allegados colaboradores, y a preparar en seguida la reaparición del periódico. Tres días más tarde estaban ya en la imprenta y en la Censura civil los originales del primer número que iba a salir después de tres larguísimos meses de suspensión. Y al día siguiente... el P. Fidel se enteraba, con e} disgusto que cualquiera puede imaginarse, de que la Censura no dejaba pasar el artículo editorial, porque temía que resultara en descrédito de la primera autoridad de la provincia y de los demás personajes que tanto habían in– tervenido en los sucesos de marzo. El editorial casi no era más que una conjugación, há– bil e intencionada, de textos evangélicos (lo había hecho así el Padre Fidel, sabiendo que no podría hablar claro por su cuenta): palabras de Jesús a los suyos sobre la suerte que habían de correr en el mundo: «No puede ser el discípulo ele mejor condición que el maestro: si a Mí me han perseguido, también os perseguirán a voso– tros... Bienaventurados seréis cuanclo os insulten y os per– sigan y con mentira cligan contra vosotros todo género de mal... Llegarán días en que cualquiera que os haga morir creerá prestar un servicio a la causa de Dios ... En el mun– do pasaréis muchos aprietos, mas tened confianza que Yo he vencido al mundo... » Aquel nuevo tropiezo con la Censura contrarió extraor– dinariamente al P. Fidel pues en la noche del día 25, fies– ta de Santiago, había de salir para un largo viaje y ya no le iba a ser posible sacar a la calle el primer número del «Avanzadilla» resucitado antes del 5 de agosto, fecha en que se reuniría el Capítulo Provincial (y el Capítulo sig– nificaba la posibilidad, o tal ;,-ez la probabilidad, de su traslado de León). Que saliese siquiera un número, era co– sa importantísima, para acabar más decorosamente y de– mostrar que no había quedado precisamente vencido o des– armado por la gente gorda de «La Buena Sociedad», sino reducido al silencio - en el caso de que los resultados del Capítulo trajesen esa consecuencia - por las disposiciones de quienes tenían derecho a mandarle. 619

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