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»Y a los VIaJCros, la más deliciosa mitigación de su calor y de su sed. ,,y todo mansamente, sin darle importancia, como la cosa más natural y obligada, sin pedir ni esperar recom– pensa... »¿Cuándo aprenderemos nosotros esta lección de las fuentes? ¿Cuándo haremos que nuestra vida vaya discu– rriendo en beneficio de todos, a la manera de las aguas del manantial? A veces no nos preocupamos siquiera de hacer un poco de bien; a veces sí queremos hacerlo, pe– ro de modo que nos lo paguen en una forma o en otra, o que nos lo agradezcan siquiera, o cuando menos que se enteren de que lo hacemos y nos están obligados... »Lo verdaderamente hermoso y perfecto es atenerse a lo de la poesía: «El bien hagamos con ansia inmensa, sin esperanza de recompensa, como las aguas del manantial». Pocos días más tarde de la excursión a Pajares se le presentó al P. Fidel otra ocasión de subir por la montaña leonesa. Esta vez fue a uno de sus lugares más bravíos y hermosos: Vegacervera, lugar y pueblo bastante célebres por sus Hoces o desfiladero. Había allí un albergue veraniego de la Sección Feme– nina de Falange, con muchachas procedentes de varios distritos universitarios. Para celebrar mejor el 18 de julio, la gran Fiesta del Alzamiento Nacional, pidieron un Padre que fuera a confesarlas y les dirigiera luego una plática en la misa. El P. Fidel, designado por su Superior, llegó a Vega– cervera hacia media tarde del día 17. Aquel día había sido atmosféricamente espléndido; pero hacia la hora de la llegada del P. Fidel, síntomas inconfundibles advertían 4 ue se venía acercando amenazadoramente un frente tormen– toso. Las confesiones de las chicas empezaron inmediata– mente. De una en una se acercaban ellas al confesonario con edificante compostura... Y se retiraban de él mostran– do en su rostro la íntima paz de un alma equilibrada y sin «complejos», a bien con Dios. 613
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