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se nos presenta un amenísimo lugar en el que todo invita al reposo. »A la sombra de robles gigantes, con una alfombra de césped florido para echarse a descansar, y teniendo al lado el arrullador murmullo del agua que va deslizándose so– bre los menudos guijarros, entre la yerba... , puede cual– quiera pasarse ratos de un «bien estar», en alma y cuerpo, incomparable. ¡Bendito sea el Señor, que ha creado cosas tan hermosas ! »Mas no para en solas amenidades la poesía del ruso. Nos presenta en seguida a los tres caminantes apagando su sed en el agua clara y fresca del manantial, y dedican– do luego su atención a la sentencia que vieron escrita en la roca, sobre el naciente bullir del agua: «Procura siempre que tu existencia sea como el agua del manantial». »Después de corta reflexión, cada uno de los tres via– jeros - un mozo, un hombre maduro y un anciano - fue interpretando la sentencia a su modo. El primero, a tono con sus proyectos y ambiciones en la vida; el segundo, sacando una nueva lección de ciencia práctica para con– ducirse con acierto en sus empresas; sólo el tercero vio en la sentencia una enseñanza de la más alta sabiduría moral: «¡Noble enseñanza! ¡Sabio consejo! - dijo el viajero caduco y viejo -. La sed templemos, y huyendo el mal, el bien hagamos con ansia inmensa, sin esperanza de recompensa, como las aguas del manantial». »¿Entendéis vosotros la lección? No resulta difícil. »Está patente, queridos amigos, lo que hace el agua del manantial. Ella nace mansamente, en tranquilos borbo– llones, y mansamente se va deslizando; pero ¡ cuánto be– neficio prodiga a todos en su curso! ,,¡\¡ campo, suave frescura; hojas, al árbol; vida, a la flor... 612

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