BCCCAP00000000000000000000393

aún muy reciente el fallecimiento de Josefina; pero no se debía a sí mismo, sino a los demás. La excursión fue el segundo domingo de julio; meta de la misma: el famoso puerto de Pajares, en las cumbres que separan Asturias de León. Salida de madrugada, en el correo exprés Madrid-Gi– jón; los acostumbrados cantos y bullicio en los departa– mentos reservados para los excursionistas; aún bien tem– prano, llegada a Busdongo y pie a tierra... Luego, carretera adelante, llevando a la espalda o en la mano la simpática impedimenta propia de una buena jornada campestre. Aquella marcha matinal, respirando el aire purísimo del lugar y de la hora, sentaba perfectamente a los pulmones y al espíritu. El sol iba ascendiendo poco a poco sobre los ingentes picachos de aquellas serranías, y sus rayos penetraban cada vez más íntimamente en el fresco recato de los valles. Se llegó a la vieja, sombría, maciza y románica iglesia de Santa María de Arbas, residuo de una vetusta abadía que dio cobijo a innumerables viajeros durante los siglos de nuestra Reconquista: allí celebró misa el P. Fidel y comulgaron casi todos los excursionistas. Luego, desayuno; y otra vez en marcha, carretera adelante, en dirección al puerto. Por fin, Valgrande, con su hotel - hoy «albergue» de Turismo - a caballo casi de las dos provincias: al Norte, corno derrumbándose hacia el mar, Asturias; al Sur, las tierras leonesas: montañas y valles, primero; después, fér– tiles riberas y montes de mediana altura, que van decre– ciendo siempre, hasta convertirse en variada llanura por debajo de la capital. Una gozosa mañana irradiaba luz sobre los altos de Pajares. Daba gloria andar por allí, sin protegerse del sol: a 1.364 metros sobre el nivel del mar, ni aun en el mes de julio puede calificársele de «justiciero». Podía uno pasarse horas enteras embelesado, contem– plando desde aquellas impresionantes balconadas el pai– saje verde y bravío de Asturias, con sus cresterías de picos y sierras flanqueando los angostos valles. A la hora de comer se descendió al nivel de la carre– tera y por ella se caminó algún tanto, hasta dar con un sitio a propósito. El escogido estaba en la margen izquier– da de un claro arroyuelo, origen del exiguo río Bemesga 610

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz