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un mal comienzo de vida religiosa, porque se pone como base el egoísmo. Los aspirantes a religiosos deben buscar ante todo y sobre todo el darse más perfectamente a Dios: primero, porque eso le agrada a El, y segundo, por– que así se ayudará mejor a la salud espiritual de los pró– jimos. Toda vocación que antes o después no se funda– mente primordialmente sobre esto, ha de resultarnos sos– pechosa, y cierto que no conducirá a grandes resultados. Pero entendedme bien: el «no buscar 'deliberadamente la felicidad,, no es lo mismo que excluirla; lo que se requie– re es estar siempre muy convencidos de que la felicidad te¡:nporal tiene aquí un valor accesorio (que se nos viene, pues ¡bendito sea Dios!; que no la alcanzarnos, pues ¡ben– dito sea también!), lo sustancial y esencial es que nosotros cumplamos de lleno los designios divinos. Como tantas \'eces os he dicho, en esta vida no estarnos precisamente para «pasarlo bien", aunque tanto lo busquemos; el pa– sarlo bien, maravillosamente bien, sólo es consustancial a la vida futura y eterna que esperamos. »Ir al convento para ser felices... Buscando el des– canso... ¡ No, amigas mías, no! Dios no se deja vencer en generosidad ciertamente, y siempre se cumplirá lo del Evangelio: «Todo el que por causa de Mí dejare hermanos o hermanas, padre o madre, casa o esposa, hijos o campos, recibirá aquí el céntuplo y luego poseerá la vida eterna» (Mat., XIX, 29; Luc., XVIII, 28). Pero no hay que ir a El buscándose a sí mismo; ni se debe poner en primer térmi– no las recompensas de Dios: es al Dios de las recompen– sas a quien se debe buscar». Acabadas las explicaciones, el P. Fidel dijo con cierta seriedad humorística: - Hemos hablado de los caminos que se n 1 Jren ante vosotras para pasar la vida... ¿Todo se reduce a eso, a ser monja, o solterona, o casada? No; queda aún la más hermosa posibilidad: la de moriros pronto, antes de que tengáis urgencia de tomar estado. La mayor parte de las chicas le miraron con asombro: - Pero, Padre... ¿Qué es lo que ha dicho? ¿Tan mal nos quiere? - No; precisamente porque os quiero bien, me gus– taría, hasta cierto punto, que os murierais en flor; pero, ¡eso sí!, después de haber aprovechado bien el tiempo y 607

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