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MONTA1'tAS Y COSTAS El día 2 de julio fue el P. Fidel a estar con los fami– liares de Josefina. ¡Qué impresión de vacía daba toda la casa! Vacía de la presencia de aquella que «era como una flor», aunque muy llena de su recuerdo. Su retrato miraba desde varias paredes; su nombre andaba en los fabios y mucho más en los corazones. La habitación «suya» iba a quedar para siempre como ella la había dejado, y sobre la almohada del lecho, una foto hermosa, supli– ría del mejor modo posible la pres,:nc:ia personal de aque– lla que ya nunca había de volver. En fin, la dulce muerta, con su ausencía, con el vacío que había dejado, llenarlo todo... En sus familiares, una callada melancolía iba suce– diendo a la desgarradora pena del día anterior. Y era pre– císamente la madre, el gran amor de Josefina, la que so– bresalía por su serenidad. El P. Fidel quedó no poco sor- 604

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