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de todo queda perdonado... El descanso eterno les sea concedido y la luz inextinguible resplandezca para ellos». Desde la iglesia, acabada la misa de funeral, se fue en busca del cadáver. Siempre es éste el momento más terrible para las personas de la familia: mientras el di– funto permanece en casa, creen no haberlo perdido del todo; pero cuando suben los de la Funeraria para llevár– selo... La madre de Josefina sintió como si le arrancaran el alma al ver que cargaban con el cuerpo de su hija: ¿es posible que pueda haber mayor dolor? Mientras la casa resonaba de llantos, se puso en mar– cha el cortejo. El P. Fidel iba en la presidencia, con gran– dísima pena también, pero suficientemente sereno para meditar en el profundo sentido de la antífona que ter– minaban de entonar los sacerdotes: «Algún día saltarán de gozo ante el Se,ior los huesos alzara abatidos». - «Sí, pobre y dichosa Josefina: algún día saltarán con júbilo tus abatidos huesos de hoy. Este tu cuerpo que nos has dejado aquí, macerado por tantos dolores, aba– tido por la guadaña de la muerte, se incorporará una mañana (la radiante mañana de la resurrección) lleno de vida, espléndido de hermosura, dotado de una milagrosa e inmarchitable juventud... Bien lo has merecido por ha– ber ofrecido tan generosamente al Señor tu hermosa ju– ventud y vida de aquí abajo». A la hora de despedir el duelo, sonaron las notas con– movedoras del «In paradisum»: «Al paraíso te transpor– ten los ángeles, y a tu llegada te acojan los mártires, para colocarte en la ciudad santa de la Jerusalén celestial». Angeles... Mártires... De ellos podía muy justamente considerarse hermana Josefina, pues había tenido mucho de ángel por su pureza y de mártir por sus sufrimientos. Se llegó por fin al cementerio de Puente-Castro. Era el acto último. El tristísimo remate de aquella «vía do– lorosa». Josefina no sería metida en ningún nicho; sería lite– ralmente «enterrada»: sembrada en la tierra. Desde ha– cía ya algún tiempo tenían sus padres comprada una par– cela de terreno para hacer allí el enterramiento familiar; pero aún no habían empezado las obras, y Josefina, la primera muerta de la familia, iba a ser depositada de momento en un hoyo abierto en la misma tierra: luego 601

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