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La tarde de aquel día, arrodillados todos sus familia– res en torno del lecho, menos la madre, que debía soste– ner a la enferma sobre los almohadones para que no se ahogase, empezó el Padre :Fidel la Recomendación del al– ma: «Señor, ten piedad de nosotros. Cristo, ten piedad de nosotros. Santa María, ruega por ella. Todos los santos Angeles y Arcángeles, rogad por ella. • • • • ♦• • • • • • • • • • • • • • ~. • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • •• /) «Parte, alma cristiana, de este mundo, en nombre de Dios Padre omnipotente que te creó, en nombre de Jesu– cristo Hijo de Dios vivo que por ti padeció, en nombre del Espíritu Santo cuya gracia se derramó sobre ti... Que hoy llegues a la región de la paz, y sea tu morada la santa Sión».................................... «Que la clementísima Virgen María, Madre de Dios, piadosísima consoladora de los afligidos, encomiende a su Hijo el alma de esta su sierva, para que con esta maternal intervención no tema las angustias de la muerte, sino que en su compañía consiga entrar alegre en la deseada man– sión de la Patria celestial. Amén». Terminaron los rezos; y Josefina, que parecía haber estado a punto de exhalar el último suspiro de un momen– to a otro, empezó a reanimarse. Y aún quiso sonreír a los circunstantes... Como ya era de noche, el P. :Fidel, vista la mejoría, de– cidió retirarse al convento, encargando muy de veras a la familia que, de ocurrir algo, le avisaran inmediatamente. Al despedirse de Josefina, ésta le miró de un modo muy singular: ¿quería agradecerle todo lo que había hecho por ella?; ¿trataba de expresarle con los ojos la despedida que no podían transmitir los labios?; ¿presentiría tal vez que no volvería a verle? El P. Fidel apenas pudo dormir. Estaba muy conforme con los designios de Dios. Sabía que Josefina más era para el cielo que para la tierra. Pero sentía una pena horrible... 597

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