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"i Y vaya si me comprendió y ayudó l Te lo digo con sinceridad, querida X: desde aquel día, jamás mis ami– gas ni nadie han vuelto a conseguir que yo vistiera «así», porque «todas lo hacen», ni que me divirtiese «así", por– que las demás hacen lo mismo y «no conviene desentonar». »A pesar de todo, sigo siendo tan alegre o más que nunca. La alegría de vivir sabiendo que Dios está conten– to de una, no puede expresarse lo grande que es. Todo se lo debo al amor de Jesús en el Sagrario y a la protec– ción de nuestra Madre Inmaculada». Carta tan aleccionadora hizo impresión en las oyentes. Y en sus corazones surgieron muy buenos propósitos de luchar incansablemente por ser fieles a Dios en todo, má– xime en aquello sobre lo que más difícil le resulta a la joven cristiana conseguir una victoria: las modas en el vestir, las diversiones, el noviazgo... La consigna la veían todas clara: MARCHAR CONTRA LA CORRIENTE, cuan– do la corriente no se puede aprobar. Y como garantía de fortaleza y de triunfo en el combate: IR AL SAGRI\RIO. A punto casi de levantarse la sesión, que ya había sido bastante larga, incorporóse una, solicitando hablar. Se le concedió la palabra; y dijo, entre las risas de casi todas: - Ha dicho usted muchas e interesantes cosas para las novias o aspirantes a novias... Y para las que vamos camino de solteronas ¿no hay nada? - No me gusta mucho eso de «solteronas». Parece una palabra despreciativa, y a mí tanto respeto me me– recen las sin marido corno las casadas; en ocasiones me lo merecen más las primeras, porque hay algunas «solte– rías» de extraordinaria calidad ante Dios. - Pues no todos hablan así. Estamos acostumbradas a que predicadores y no predicadores digan verdaderas perrerías de las solteronas (bueno, perdón... de algún mo– do tenernos que designarlas). Se las tilda de beatas, histé– ricas, egoístas, raras y no sé cw.'mtas cosas más... - Bien; no quiero juzgar a nadie, pero no me cuesta reconocer que también entre el clero se dan tipos - ni los más inteligentes, ni los más ejemplares - que creen poner una pica en Flandes o sentar plaza de graciosos, di– ciendo cuatro bobadas manidas contra un grupo de muje– res que ninguna cosa infame han hecho para encontrarse en el estado en que se encuentran. 583

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