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¿Y cómo solucionar el problema? Escucha esta carta que he traído en prevenc10n, y sobre la que no voy a decirte cómo ha llegado a mis ma– nos. Es de una joven que escribe a cierta amiga suya. «Querida X: ¿Te acuerdas de aquella tarde en que tu– vimos la suerte de conocernos? Tú me contaste muchas cosas de tu juventud... Y francamente, creí encontrarme ante una chica con muy buenos sentimientos, muy buenos propósitos; pero también con muy poca fortaleza o ener– gía espiritual para llevarlos a la práctica en los momentos difíciles. »Me dijiste, por ejemplo, que querías y te proponías muchas veces obrar en todo corno auténticamente cristia– na y por lo tanto, MARCHAR CONTRA CORRIENTE. Pero que cuando tus amigas te argüían: «No seas tonta. No hagas el ridículo. No desentones: hoy ya no hay ninguna que obre así, hoy todas, hasta las más buenas, visten y se divierten y se portan lo mismo, como piden los tiempos»... , que no eras capaz de llevarles la contraria, y te dejabas arrastrar. »Pues bien: me vas a permitir que te señale cómo y dónde has de encontrar la fortaleza y energía que te falta. Yo tengo la misma experiencia de debilidad que tú. Al principio de querer llevar una vida espiritual más inten– sa, siempre me dejaba dominar a la menor insinuación de mis amigas o compañeras. Hasta que un buen día me planté y dije: «Hoy sí que no voy al cine: es mala la cinta, y no debo ir». Y sola me quedé en casa. Mas no podía re– sistir lo que esto me costaba, pues siempre he sido muy alegre y amiga de divertirme. »Entonces, a punto de flaquear, ante la violencia de la tentación, tuve miedo. ¿Y sabes lo que afortunadamente se me ocurrió? ¡IR AL SAGRARIO! Acaso la gente del pueblo que me viera a aquellas horas de la tarde del do– mingo entrar en la iglesia, pensaría: ¡Vaya beata! - ¿Qué más da? Yo pasé por encima de todos los respetos huma– nos. Me acerqué a Jesús oculto sobre el altar, y le dije: «Señor, mira mi miseria; mira mis luchas, mis buenos deseos... Mira lo débil que soy, y lo incomprendida por parte de mis amigas, Señor. Tú sabrás comprenderme; Tú sabrás hacerme con la fortaleza que necesito para no desfallecer... » 582

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