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»Quien invoque el amor para allanar las dificultades que se oponen a su instinto, no merece más que despre– cio. Sólo los innobles y viles pueden buscar su propio con– tentamiento animal invocando cosas respetables, y ¡ a cos– ta de la paz y el decoro de aquella a quien dicen que aman! «Todos hacen lo mismo... » "i Mentira! No todos hacen lo mismo. Hay quienes no van en el rebaño. Hay quienes saben a cuánto les obliga su dignidad de cristianos y su condición de caballeros. «pues en quien es caballero el honor de las mujeres siempre ha de ser lo primero». (CALDERON). 3: No ponerse en ocasiones peligrosas. Explicó el P. Fidcl que las ocasiones más peligrosas pa– ra los novios - en relativo peligro están siempre por la misma naturaleza del noviazgo - se concretan casi ente– ramente en el estar solos donde no les puedan ver (por lo apartado del sitio, por la oscuridad, por lo que fuere ...) - Quien no evite esto, dé por seguro que sus relacio– nes no acabarán como Dios quiere y manda; tarde o tem– prano empezará a hablar la lujuria. Es tontería el hacerse otras ilusiones, el querer comportarse con plena libertad y desenvoltura, como si, en vez de hombres con naturaleza viciada, fuéramos ángeles sin sexo y sin instintos. "Y cuando en un noviazgo empieza a hablar alto la lujuria, cuando su voz es casi la única que habla, enton– ces todo está perdido, todo queda profanado: a su voz, como a la voz de la serpiente, según la vieja canción india, asoma el rostro descarnado de la muerte... »Entre las torpezas se va ahogando todo lo mejor de la juventud, que ya no es un canto de vida y esperanza, sino un gruñir de insiintos bajos. ,,Gran cosa es el amor; pero ¡en qué cosa más ruin se convierte si entra por caminos de sensualidad! Habían ellos comenzado con limpia alegría: mirarse a los ojos, repetirse mil veces la canción de su cariño, soñar... Ahora, después de entregados a la apetencia física, al goce pro– hibido, ¿qué queda? 580
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