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Aquí previno contra el empezar demasiado pronto, cuando apenas se ha entrado en la juventud; y contra el creer y admitir en seguida al primero que se presenta, sin pensarlo bien, sin consultar a nadie, etc., etc., 2.ª No empezar haciendo concesiones... Muy bestia tendría que ser el muchacho que ya desde el primer día pretendiera conseguir de su novia lo que no debe. Pero se va poco a poco... ¡Las dichosas «concesio– nes» por parte de ella, a requerimientos e insistencias de él l Hoy, algo que parece que «no tiene nada»; mañana, otra cosa que parece que sí tiene... ; al otro día, unas de– mostraciones que no están bien y al fin, lo que está re– matadamente mal. .. Después, ya tenernos convertido al no– viazgo en una cadena de pecados y torpezas. - ¡ Cuántas, al cabo de unos meses, o de algún año, se han visto hundidas en lo que nunca hubieran podido imaginarse! Y todo ¿por qué? Por ir haciendo «concesio– nesr, sobre cosas en las que siempre deberían haberse mos– trado inflexibles. «Jamás tu honor con él ceda, porque la fruta empezada, o termina devorada, o agria y podrida queda». (VICENTE FRANCO, C. M.) »Y no hagáis caso de las bonitas disculpas que ellos ponen para adecentar su desvergüenza: - «Te proponía eso sólo por probarte». »Llamad canalla a quien salga con esa desvergonzada mentira. Ni lo hacían por eso sólo, ni tienen derecho al– guno a probaros. - «Quería ver si tienes confianza en mí... » »Pero ¿qué confianza se va a tener en ellos? ¿Acaso están confirmados en gracia? ¿No están más bien abrasa– dos en pasiones y malos deseos? Que sinceramente se exa– minen ante Dios, y tengan luego valentía para decirse a sí mismos qué calificación merecen. En este asunto no hay «caballeros» que valgan: a muy caballeros los hemos vis– to convertidos en grandísimos villanos. - «Es que no me quieres... » 579

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