BCCCAP00000000000000000000393

En los ambientes masculinos ha flotado desde siem– pre, más o menos declarada, una afirmación negativa: la pureza no es posible. El P. Fidel lo sabía, y trató de in– munizar a sus muchachos contra la influencia de tan per– nicioso parecer. - La disciplina de la carne que propugna la ley cris– tiana de la castidad - iba diciendo cierto día a sus mu– chachos - no busca aniquilar el instinto, trata simple– mente de regularlo, en tal forma que sólo se ejercite den– tro del orden debido, es decir, dentro del matrimonio, y sin exclusión positiva de los fines para los cuales Dios puso en nuestra naturaleza el fuerte apetito sexual. Naturalmente, tuvo que ir después explicando con la mayor llaneza, pero también con el mayor decoro, las mu– chas ideas contenidas en tan breve párrafo. Y sin violen– cia surgió, como de costumbre, una viva discusión. - ¿No será peligroso para la salud el guardar total y constantemente la castidad? He oído que si algunos mé– dicos... - También los médicos pueden decir a veces tonte– rías. Podría citaros no pocos testimonios de verdaderas emi– nencias médicas afirmando rotundamente que la castidad no tiene nada de antihigiénica. No es de la virtud de don– de proceden las muchas miserias que arruinan la salud y la vida humana. Certeramente sincero fue aquel «cives" de la Roma gentil que escogi·5 para su tumba este epita– fio: «Bálnea, Vina, Venus corrumpunt córpora nostra... » - De todos modos, ¿no será más hombre, es decir, más completo, aquel que ejercita todas las potencias o facultades de su alma y de su cuerpo? El reprimir cons– tantemente ciertos instintos parece que no deja al hom– bre desarrollarse en plenitud. - Podría aducir ahora muchas cosas en réplica a eso que dices; mas por ganar tiempo, sólo quiero que to– mes nota de esto que ha escrito el famoso Alexis Carrel en el cap. IV de La incógnita del hombre (y ya sabes que es médico biólogo, no precisamente un Santo Padre): «La represión de los apetitos sexuales estimula las acti– vidades de la 1nente, y contribuye a f armar una persona– lidad vigorosa». - Bien - intervino otro -; teóricamente no cuesta gran trabajo reconocer las excelencias de la castidad; lo 565

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz