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de ensueños fáciles la mejor energía espiritual que late en vosotras, y que debe reservarse para empresas de mar– ca divina, empresas de la más alta calidad... Es, por eso, necesario que ya en plena juventud os percatéis muy a lo vivo de la terrible fugacidad de la vida... , para que ni el espíritu ni el corazón se peguen con exceso a las mezquinas realidades de aquí abajo... Vamos a soñar cosas hermosas, pero colocando a Dios como centro de nuestros sueños y pensando en otras almas por amor de Dios... » Con toda sincelidad terminó María de la Gracia re– conociendo que el Padre estaba en lo justo, y que sólo porque las amaba les había hablado de aquella manera. El no buscaba ponerlas tristes y sin ilusiones, no quería oponerse a que «vivieran su vida»; al contrario, lo que deseaba era hacérsela vivir más alta y eficazmente, sin dejarlas malgastar atención, tiempo y energías en cosas que no valían la pena. La vida misma, que tan adorable le estaba pareciendo a ella en aquellos momentos, ¿era en realidad merecedora de que se la amase o estimase por sí misma, por su pro– pio valor? «La terrible fugacidad de la vida», había dicho el Padre... Y no era tan difícil darse cuenta de que no ha– bía exageración en sus palabras. Parecía estar oyéndole: «Todos los años tienen un diciembre, que es su último mes; todas las semanas tienen un sábado, que es su úl– timo día; todos los días, aun los más alegres y radiantes, tienen un atardecer, en el que melancólicamente se aca- ban... » María de la Gracia quedó fuertemente impresionada de la verdad de todo aquello, que parecía tan simple, pero que nadie podía negar. «También este día maravilloso, en el que tan a gusto me siento - se dijo a sí misma -,. también este día acabará por desvanecerse... Comenzó ha– ce unas horas, está ya alcanzando la plenitud de las doce, y dentro de otras pocas horas tendremos ya al sol como desmayándose sobre la línea del horizonte para terminar hundiéndose en las regiones del ocaso. Y este día de abril, este mismo día que tan gozosamente he estado vi– viendo, desaparecerá para siempre, y no volverá a ser por los siglos de los siglos... ¡ Qué tremendo y triste es todo esto! Dios mío, ¿por qué será así? ¿Por qué las ho- 54
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