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la pluma, la oración; en vez de los puños, las manos jun– tas y las rodillas dobladas. »El año que hemos coronado ha sido un año de vér– tigo, de entusiasmo inquieto, de incansable quehacer. Cris– to me trajo en el ardor de la batalla... Y ahora Cristo, sa– bio, infalible, me ordena ir a la soledad y al silencio, a aprender a estar a solas con El. ¡ Solo con Dios ! Este es el gran secreto. »José Antonio decía al coronar uno de los agitados días de su existencia : «Volvamos al silencio ahora. El ímpetu de hoy nos hace dignos del silencio de mañana. Y en ese silencio volverá a germinar nuestro ímpetu». Leí esta frase de José Antonio y fue para mí uno de esos «me– nores gestos del Altísimo» de que hablaba F. James. »Me alejo de estas páginas con dolor y con gozo. Sin demasiada pena, porque volveré. Estoy segnro de ello. Quien ahora me lleva lejos, me hará retornar, mejor tem– plado para la acción. Nuestra despedida no puede ser, por tanto, desgarradora. Se trata sólo de un cambio de servi– cio. Yo me presento: «Sin novedad, mi Capitán». Y El: «A otro puesto, y adelante». Y el Capitán es Cristo, el Hijo de Dios vivo... »Cuando escribo estas líneas, el sol, ya un sol de pri– mavera en domingo, se me entra a chorros por la ventana. Se adivinan cercanos árboles llenos de pájaros que pían. Es muy de mañanita... Y duele en la entraña tener que de– cir adiós a todo esto. »Pero es un dolor glorioso. Entre la cantiga alboro– zada de los gorriones que rompen el frescor del amane– cer, y mirando a este sol estupendo de fines de marzo, yo pido a Dios que en el día de mi retorno esta «avanzadilla» juvenil leonesa siga vibrando como hoy, pujante y pura, para que el abrazo del reencuentro sea corno la hora de este adiós: colmado de gloria y de esperanza». El P. Fidel quedó inefablemente contento y melancó– lico. Contento, por los bellos sentimientos del muchacho, que así optaba por el más generoso y difícil camino; me– lancólico, porque, al fin, se trataba de algo que nunca re– sulta alegre entre personas queridas: un adiós. Hasta pudo haber ocurrido entonces que le viniese a él cierto vago presentimiento... ¿Estaría demasiado lejos su pro– pia despedida de León y de todas aquellas almas a quie- 549
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