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- No obstante, a mí me parece maravilloso y sin lí– mites aquello del Evangelio: «Vosotros sois la luz del mun– do y la sal de la tierra». - Y lo es ; pero pensando cada uno que no todo podrá hacerlo él... Cada sacerdote por separado sólo podrá rea– lizar una pequeña parte de la total consigna de Cristo. Ni basta un grano de sal para evitar del todo la corrupción, ni sirve una sola luz para disipar todas las tinieblas: los granos y las luces tienen que multiplicarse. »El mundo siempre anda mal por culpa de estas dos cosas: las malas doctrinas y las perversas costumbres, cu– yos frutos son oscuridad en la mente y podredumbre mo– ral. Pues bien: contra oscuridad, LUZ, y contra podredum– bre, SAL. Ambas cosas debe ser el sacerdote; pero que en función de éstas no pida siempre resultados fulguran– ies, inmediatos, maravillosos. Si en su actuación de luz y sal sobre almas y sociedades no consigue a veces lo mejor, conténtese con impedir que ocurra lo más malo. »Cuando medito en la tarea que, sobre todo durante la Cuaresma, tenemos que desarroUar incansablemente sa– cerdotes y predicadores: misiones, ejercicios, triduos de cumplimiento, confesiones, etcétera, etcétera, me digo tal vez a mí mismo: Y todo esto, ¿para qué? ¿Corresponde verdaderamente el fruto a la ingente labor desarrollada? ¿No buscamos transformar el mundo? ¡Transformar el mundo! No sé si tan alta aspiración dejará de ser algún día lo que ahora sólo es : un puro y casi irrealizable ideal. Entonces, ¿estamos perdiendo el tiempo? ¡No! Si no lo– gramos transformar de veras el mundo, ¡evitaremos si– quiera que se pudra por completo ! Si no podemos ilumi– narlo cabalmente, ¡ algo será que ahuyentemos en parte sus tinieblas! Hay que saber aceptar con buen espíritu hasta los resultados más pequeños. No hay que hundirse en el negro pesimismo de aquel señor Cura que, por no ver en sus feligreses durante los días que siguieron a una Misión el mismo fervoroso entusisamo que había reinado durante ella, escribía descorazonado a los PP. Misioneros: «¿El fruto de la Misión? Siento decirlo: Domingo, lunes y martes... ; y el miércoles, corno antes». 547

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