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ir tirando y eludir en lo posible toda clase de esfuerzos y molestias? Para eso no valía la pena dejar todo lo del mundo. Nadie puede imaginarse que todos vamos a ser héroes y todos santos canonizables; pero sí comprenden todos que debemos hacer esfuerzos serios por llegar a las alturas. El P. Fidel cambió repentinamente de tono: - Bueno, chico; no quiero ponerme en plan de pre– dicador. Estoy seguro de que tú no quedarás en mediadías; acabas de decir que no te gusta «hacer las cosas a medias». Dejemos esto. Pero, dime, en confianza: ¿qué es lo que más te ha costado? - ¡ Las chicas ! - Me lo suponía. Eres un hombre perfectamente nor- mal. Mira: aquí dentro siempre he llevado el convenci– miento de algo sobre lo que no se quiere o da apuro ha– blar: que lo que más cuesta cuando uno quiere entregar– se a Dios en el estado sacerdotal o religioso, es precisa– mente el tener que renunciar a todo eso del amor huma– no... Tengo también el convencimiento de que en los años verdaderamente juveniles, y al menos para los mucluchos de alma más selecta, en el renunciar a las chicas no es lo más la cosa sexual sino precisamente el amor..., el amor en sus formas más románticas y generosas. Resultan «ellas», por lo menos algunas de «ellas», tan amables, tan agraciadas, tan maravillosas, tan flor y sonrisa de todo cuanto Dios ha hecho... Además, uno sabe que, si qui– siera, podía significar mucho o todo en el corazón y en la vida de «ésa»..., sí, de esa que está ahí, tan al alcance de unas palabras o de un gesto. »¡ Tremendo esfuerzo, amigo mío! Tener que renun– ciar a amores bien tangibles y fáciles y hermosos por un amor inapresable y difícil; tener que hacerse el indiferen– te ante hermosuras que entran por los ojos, para ir lle– gando penosamente a una Belleza en la que sólo se cree... Es verdad que San Agustín cantó entusiasmado: «¡Oh Be– lleza siempre antigua y siempre nueva: tarde te conocí!»; verdad que San Juan de la Cruz tuvo un acierto felicísimo con aquello de «¡Oh cristalina fuente: si en esos tus semblantes plateados 543
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