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fraile, fuese como fuese, una pública declaración de que todo lo dicho contra «La Buena Sociedad» era completa– mente infundado y debido a malas informaciones; si no quería entrar en se le amenazaría con llevar el asun– to por otros caminos... Uno de los asistentes volvió a leer, ahora más despa– cio, el escrito del P. Fidel. Y dijo a sus compañeros: - No sé si lograremos algo. Me parece que este fraile es demasiado hábil polemista; maneja la pluma como un florete y si nos enzarzamos con él en una esgrima dia– léctica de escritos y contraescritos, lo menos malo que puede ocurrir es que perdamos miserablemente el tiempo. El ha llevado el asunto al terreno de los principios, donde pisa fuerte; y como además no le faltan, por lo visto, al– gunos hechos en que apoyarse... - Entonces, ¿qué vamos a hacer? ¿Vamos a dejar la cosa así'? Quedaríamos en desairada posición ante toda la ciudad, y esos Don Nadie se crecerían demasiado. - Podíamos amenazarles con un proceso por difama– ción, si no se retractan - apuntó otro. - Un proceso judicial - dijo el primero - no es aconsejable por muchas razones; entre otras, porque re– sultaría muy fastidioso, y porque muy fácilmente podría salir al balcón más ropa sucia de la que nosotros cono– cemos. »Tal vez consigamos arreglar un poco la cosa si le pedimos al Padre una carta de satisfacción o explicacio– nes no para exhibirla en los periódicos, sino para mostrar– la tan sólo en los salones de nuestro centro, a fin de que los socios se vean de algún modo desagraviados y olviden más fácilmente lo ocurrido. Para los periódicos, de cara al público, él tratará de justificarse, no de desdecirse y darnos a nosotros la razón; en cambio, siendo para uso interno de la casa, resultará más fácil que él se avenga a presentar unas buenas excusas... » El señor Garra Peñuela no quería ceder. ¿Capitular ante un fraile y un puñado de muchachos sin representa– ción social alguna? ¡De ninguna manera! ¿Qué diría la No; él seguiría exigiendo lo que se les debía: una pública y cumplida satisfacción. A hora conveniente, llamó por teléfono a José María para hacerle saber que la carta del Padre no había arre- 538
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