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apreturas de baile y fuego de la juventud, ¿cómo contem– pláis esos horrores (los bailoteos de hoy) no sólo con in– creíble sangre fría, sino hasta con una incomprensible ter– nura boba?» »Mi querido amigo: puedes trasmitir como gustes esta mí respuesta a los señores de «La Buena Sociedad». No sé si quedarán contentos. Me imagino que no; pero yo no tengo obligación de someterme plenamente a lo que ellos deseen. »Aparte del incidente que con ellos nos ha enfrentado, tengo para mí que no nos entenderán nunca. Hablamos muy distinto lenguaje. Ellos permanecen muy a gusto en su mundillo burgués, liberal-conservador; nosotros perte– necemos ya al mundo futuro que está configurándose. Nuestro asco por ciertas cosas de que ellos se pagan bas– tante, les resulta incomprensible, y les irrita nuestra in– temperancia... ¿Qué vamos a hacer? »Nosotros, amigo y camarada, trataremos de seguir siempre fieles al destino de nuestra generación, a la que Dios quiere sustancialmente puesta «en línea de comba– te», según anunció en sus días uno que tú y yo bien sa– bemos. ))Nuestra mano abierta, siempre en alto, no tendida de cualquier modo. »Afectísimo en Cristo, Fr. Fidel de Peñacorada». El Coronel Garra Peñuela soltó un bufido al leer la carta «del fraile». Nunca hubiera podido imaginar una tal «satisfacción» por el agravio de «Avanzadilla». i Aquello no era una retractación de lo dicho, era remachar mejor el ataque! Con mayor comedimiento, pero también con mayor fuerza de razones. ¡ Y encima, aquel fondo de iro– nía zumbona!... Ni él ni los suyos soportarían semejante actitud. Ellos habían pedido una cosa muy distinta, para dar satisfacción a los sentimientos gravemente ofendidos de los ilustres miembros de «La Buena Sociedad»; y lo que ahora tenían entre las manos no podía darse a la publicidad sin mengua de todos. Hubo inmediata reunión de la Junta Directiva. Y hubo también acuerdo de que se debía arrancar al 537
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