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»Para la recta inteligencia del famoso artículo apare– cido en «Avanzadilla", juzgo conveniente poner aquí cier– tas aclaraciones. »Todo él quiso ser una violenta diatriba contra los licenciosos bailes actuales. Si se escogió a «La Buena So– ciedad» como cabeza de turco, fue por las razones ya apun– tadas del mayor relieve de quienes allí acuden. Nos han dicho confidencialmente que un religioso de gran presti– gio en nuestra ciudad (y que no pertenece a mi Orden) declaró en cierta conversación privada, que consideraba a «La Buena» como casi el principal centro de disolución leonesa. »El artículo de «Avanzadilla» fue violento, qmza. ex– cesivamente violento, pero todo él, hasta el mismo título que llevaba, ha salido en sustancia de referencias dadas por frecuentadores de aquel ambiente..., a algunos de los cuales hemos oído quejarse desde hace algún tiempo de que sus fiestas y sus bailes bajaban cada día más de tono. No hubiéramos nosotros hablado de «feria de esclavas» si antes no hubiésemos escuchado por ahí tal expresión. »La comparación es cruda, pero no del todo infunda– da. Los bailes modernos se van convirtiendo, cada vez más, en una feria de atrevimientos indecentes. Un infor– me publicado por el Patronato Nacional de Protección a la Mujer sienta estas afirmaciones: «Los bailes públicos han sido siempre ocasión de inmoralidad y lo continúan siendo. De los centenares de expedientes tramitados este año se deduce irrebatiblemente que los bailes públicos son la ocasión más frecuente de seducción de muchachas menores de edad y el lugar preferido por los seductores». »Teniendo todo esto en cuenta, ¿no podemos hablar literariamente de pobres «esclavas» que se exhiben como en una feria y que están muy a merced de la codicia luju– riosa de ciertos «tratantes» o «chalanes»? Este último calificativo merecen sin duda cuantos acuden a tales di– versiones con intenciones nada limpias, y el mismo señor Garra Peñuela está seguramente convencido de que tales sujetos son muchos en número: los pensamientos no pue– den verse, pero que escuche las conversaciones que los muchachos mantienen entre sí antes, en y después del baile... Que dichos «caballeros» posean títulos académicos o sociales, importa bien poco. Dios no se paga de consi- 535
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