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honradas personas del sector social modesto, se comenta– ba a veces: "Ya que tanto echan contra las diversiones inmorales, ¿por qué no se meten con las fiestas de «La Buena Sociedad»? ¡Claro! Como se trata de los ricos ... ; para ellos todo está bien». Por todo esto decidió «Avanzadilla» pegar cuatro gri– tos contra los satisfechos burgueses que no querían enten– der, y se ernpefüfüan en confundir el buen tono moral, con el buen tono social, como si la «distinción» y otras zarandajas alejasen de las fiestas o diversiones hasta la posibilidad misma del pecado. El título que se eligió para rotular aquellos cuatro gritos fue desde luego tremendo: «En León hay una feria de esclavas». Pero no se lo inventó «Avanzadilla»; lo pro– porcionó sin querer un muchacho, cuya familia figuraba también en «La Buena Sociedad». Hablando cierto día en un corrillo acerca de sus bailes, el muchacho comentó: «Las chicas siempre abundan más; bastantes van en un plan regularcillo... , porque tratan de «cazar» a alguien, como sea. A veces da la impresión de estar allí como en una feria de esclavas : ellas se exhiben y esperan, a ver si sale algún buen comprador». Al coronel don Jenaro Garra Peñuela y a los demás honorables caballeros de la Junta les sentó como un bofe– tón afrentoso que su « distinguido» círculo recreativo, ins– talado elegantemente en el centro de la ciudad, fuese pú– blicamente comparado con una feria o mercado de escla– vas. La tarde misma del Domingo de Ramos empezaron a moverse, agitados de la mayor indignación... Hubo llama– das telefónicas, visitas, reuniones, conferencias a puerta cerrada... durante todo el Lunes y Martes Santo. Se quería movilizar rápidamente a las personas de influencia, como si todo el honor, y hasta la tranquilidad misma de la ciu– dad estuviesen comprometidos por el desaforado ataque de «Avanzadilla». Y los «próceres», reunidos, y bien calentados por in– contables desahogos verbales, sentenciaron unánimemente que «Avanzadilla» era reo de muerte». Tomaron después una doble resolución: presentar por una parte fuertes quejas ante el Sr. Obispo, ya que «ellos eran muy buenos católicos, conocidos como tales en toda la ciudad», y presionar por otra al Gobernador Civil, has- 526
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