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Se traían luego a colación diversos pasajes de la Epís– tola de San Pablo a los Hebreos, haciendo sobre todo hin– capié en la rotunda afirmación del Apóstol: «Sin derrama– miento de sangre, no hay remisión"; y se continuaba así: « ¡ Misterio tremendo el de la sangre ! Para la limpieza legal de los creyentes israelitas, para tener aplaeada la ma– jestad de Dios, eran entonces necesarias cuantiosas aporta– ciones de sangre de animales, inmolados como víctimas en el recinto del santuario. Para la salvación y purificación verdadera del mundo entero, ha sido necesaria nada menos que la sangre de un HOMBRE-DIOS... ¿Qué misterio es éste de la sangre? »Bien ha dicho César Balbo: «Sin el sacrificio de la vida, nada se hace en este mundo, no ya de grande, pero ni siquiera de normal. El mundo adelanta a costa de vidas sacrificadas», es decir, de sangre vertida. »Si el Cristianismo, Reino de Dios, se ha ido afianzan– do sobre sangre y más sangre de sus mártires, las Patrias de la tierra van quedando formadas gracias a la sangre vertida sin regateos por sus mejores hijos. Las más gran– des culturas han florecido después de haber sido copio– samente regadas de sangre, y con fosos que periódicamen– te llena la sangre tienen que defenderse. »Es necesario que corra mucha sangre... »Al leer esto, alguien nos tenga por hombres fe- roces, o al menos, por simpatizantes de aquel filósofo in– glés que, allá por la mitad del siglo XVII, aseguraba ser la guerra el estado natural del hombre. ¡ Ni una cosa ni otra! Sentimos que la sangre corra; pero comprendemos que es una fatalidad necesaria. »Sin derramamiento de sangre, no hay remisión de pe– cados», decía el viejo Ap6stol. «Sin el sacrificio de la vi– da, nada se hace en este mundo, no ya de grande, pero ni siquiera de normal», afirma el historiador italiano. Vamos a dejar las cosas como están, o como son. ¡ Que nunca corra la sangre por nuestra culpa! Pero no nos asustemos ante ella cuando sea necesaria... Entramos precisamente ahora en la magna celebraci6n de aquella sangre inocen– te que se verti6 hasta la última gota por asegurar de una vez al mundo la salvaci6n que necesitaba». Había muchas cosas interesantes en la primera na del número 24 de «Avanzadilla»; pero los ojos de 524
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