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»Perdón, Señor, para tantas almas de cristianos que, ¡necias!, se desentienden prácticamente de Ti, o se revuel– ven contra Ti. ¡Contra Ti, que lo diste todo por ellas! Aman demasiado el dinero. Aman demasiado el placer. Aman demasiado el burgués sentido de la vida. »Perdón también para nosotros, que, a pesar de nues– tra buena voluntad, nos olvidamos a veces de Ti en una forma o en otra, y no sabemos mantenemos en ese calla- do heroísmo interior que a cada hora tu servicio. »HAS CAIDO, Señor; pero con más gloria que nadie, y ninguna muerte como la tuya ha sembrado espléndida cosecha de cosas trascendentales para el mundo. »ANTE TU CADAVER SAGRADO, nosotros no mos: ¡Presente!; pero sí prometemos, acosados por nues– tra propia debilidad y las seducciones de vida fácil que nos rodea, por los medrosos consejos de unos y la activa enemistad de otros, sí PROMETEMOS seguir por tu ca– mino de sangre, llevando ~,,,,~,~~ 0 en alto sobre este mun– do paganizado y judaizante la sapientísima «necedad» de tus doctrinas y el glorioso «escándalo de tu Cn1z». El editorial, situado en primer término, al lado izquer– do del dibujo, hacía un vivo juego con él. Llevaba un gran título rojo: «SANGRE»; y gotas calientes de sangre pare– cían desprenderse de sus letras, salpicando toda la página. Aquella página era, indudablemente, una de las mejo– res realizaciones tipográficas y psicológicas entre las mu– chas logradas por «Avanzadilla»; encajaba de lleno en el espíritu o ambiente de la Semana más santa del año, y de modo singular en el espíritu y ambiente de «aquella» Se– mana Santa de «aquel» año, «con los ejércitos de los Sin– Dios en el corazón de Europa, amenazando a la Cristian– dad». «Hov comienza la gran semana de la SANGRE - de– cía el eclitorial -. Sobre el mundo se alza, una vez más, el misterio de una cruz sangrienta. Y ante esa cruz, que viene a triunfar cada año sobre la gozosa iniciación de la primavera, es menester entregarse Zon devota serenidad a la «meditación de la sangre». ciertamente un misterio o sacramento de la san– gre, que es tal vez el más desconcertante de todos los sa– cramentos y misterios... » 523