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diga a aquella bandera, que se ha levantado en alto sólo por los intereses de su Hijo, y a todas las muchachas que se cobijan bajo sus pliegues. Inmediatamente hace lo mismo con la bandera de los jóvenes el abanderado Tiburcio Dato Gómez. Quien habla luego es el P. Fidel. Y sus rotundas bras de aliento y firmeza para en la tarea apos– tólica-juvenil, para la que tanto ha significado la apari– ción y permanencia durante un año de «Avanzadilla», ca– lan muy hondo en el alma de sus oyentes... Les pide al fin, que allí, a los pies de la Madre Dolorida, a la que tantísi– mos jóvenes ¡ hijos suyos! sólo proporcionan amarguras, ratifiquen todos ellos las solemnes promesas de fidelidad y generosidad que ya en otras ocasiones han hecho. Y las voces de quienes van contestando al unísono, im– presionan ciertamente por su decisión. Empieza luego el desfile hacia el camarín, a besar el manto de la Virgen. Primero lo tocan las banderas, des– pués los labios... En el presbiterio otra vez, van ellos y ellas pasando ante su respectiva enseña, mientras suenan vigo– rosos los himnos. Acabado el acto religioso, se tuvo una alegre merienda al aire libre. El número final fué una especie de «mitin» en el local de cierta fonda o taberna del pueblo, presidido por el Sr. Cura Párroco y su coadjutor-organista: Después de discursear durante unos minutos el Pre– sidente de los jóvenes, la Delegada de Propaganda de las chicas leyó muy bien unas cuartillas que había preparado con ayuda del P. Fidel. Pronto se captó la mayor atención de todos, porque había allí puntos muy interesantes: «Creo que no podíamos haber escogido lugar más a propósito par celebrar el primer aniversario de nuestro «Avanzadilla» que estas alturas desde las cuales la Madre del Camino reina sobre todas las tierras de León. »La Virgen tiene dolor en su cara y llanto en los ojos, porque llora amargamente los extravíos de ciertos hijos e hijas suyos. Con sus lágrimas pide: a Dios, misericordia, y a sus hijos buenos, afanes de apostolado, para atraer a los pródigos que vagan fuera de la casa paterna. Nosotros, los que tenemos suerte de formar en estas Secciones Juveniles de la V. O. T. de San Franciscso, hemos oído la llamada 520
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