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vuestro paso, confiadas... , Está bien: ya os he dicho muchas veces que no trato de imponeros el que renunciéis a la vida. Yo rP,mF•an de las beaterías que no saben sonreír; por eso he pretendido siempre que sigáis la bandera del bien al estilo juvenil: poéticamente, con Pero condeno igualmente las suicidas inconscien– cias. Marchad muy alegres, pero no excesivamente con– fiadas. ¡El peligro existe! No se trata de fantasmas crea– dos por rancios moralistas. Con San Pablo os exhorto: «Regocijaos siempre ..., pero ¡ en el Señor! Estad de veras alegres; pero que sea a todos notoria vuestra modestia» (Phil., IV, 5). Vuestra modestia y vuestra vigilancia, pues si «el Sefior está cerca», también lo está el enemigo. »Mirad: los consejos de quienes os amamos según Dios, son como esas señales que a lo largo de las carre– teras advierten de cuando en cuando a los automovilistas : «¡Atención! Curvas peligrosas». Vosotras podéis hacer vuestro camino a la velocidad que más os guste; pero nunca olvidéis que existen pasos muy peligrosos, y que en cualquiera de ellos puede ocurriros una verdadera ca– tástrofe si descuidáis ciertas elementales precauciones. »No nos es dado contemplar el camino de las almas; mas si tal cosa nos fuera dada, lo veríamos seguramente bordeado de interminables hileras de cruces e inscripciones como esas que alguna vez se alzan junto a los caminos de la tierra para recordar algún luctuoso accidente». «Aquí - diría una inscripción - pereció miserablemente tal al– ma el día tantos de tal año» ... «En este lugar - advertiría otra - quedaron para siempre malamente averiadas tales y tales almas en la memorable fecha de ... » «Detente, via– jero, y llora: aquí dejó perdida para siempre su inocen– cia y su virtud fulanita de tal, alma hasta entonces muy hermosa y acepta a Dios» ... «Aquí... Aquí...» "El hecho y la fecha de tales catástrofes espirituales no suelen consignarse ni en piedra ni en madera; mas no por eso dejan de ser ellas bien reales y bien dolorosas. ¡Alerta, pues! Adelante con vuestro sueño en el corazón y con vuestro cantar en los labios. Pero llevad al mismo tiempo bien abiertos los ojos, para que no os sorprenda el enemigo... » Debería haberse perpetuado en mármol la actitud de Josefina mientras oía hablar de esta manera al P. Fidel. 33. - Témporas ... 513
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