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brusca y totalmente ese amor, y con él, todas mis ilusio– nes. Piénselo, y verá cómo tengo razón. »Yo no rechazo todo lo establecido, así porque sí. Sólo rechazo lo que me desagrada; y da la casualidad de que me desagrada todo. O casi todo. Puede creerme que juzgo todas las cosas antes de aceptarlas o rechazarlas. Ahora bien: conste que mis juicios no se fundan en lo que digan sabios, maestros, siglos o generaciones. Cada cual tiene su temperamento. Su alma. Sus gustos. Por tanto, yo juzgo sólo por mí, y para mí. De todos modos, hablando sinceramente con usted, confieso que tal vez no me pare todo lo debido a considerar los hechos y las cosas. No me sobra la paciencia. Pero le prometo que en adelante seré más reposada. Voy a empezar por hacer un balance de mis ideas y de las ajenas que, hasta ahora, juzgo malas. Las estudiaré despacito... y ¡ ya le diré el resultado! Cuento con usted, si algo se me ocurre pre– guntarle, ¿no? ¿Le parece bien todo esto? ,,¿Que si he trabajado algo por encontrar la verdad (no precisamente la fe)? Esta última temporada leí Las ruinas de Palmira, del conde Volney. Y saqué en conse– cuencia que todas las religiones son iguales, y todas se contradicen. Todas tienen libros santos, siglos de profe– sión, mártires..., cosas buenas y cosas malas... y que ¡ to– do es disparate! ¿Le parece poco? ¿Qué le hace dudar de mis deseos de verdad? ¿Cree que no busco sinceramente la verdad, por temor que ella me imponga algún sacrificio? No me cree muy valiente, por cierto. ¿No sabe que las ideas de Vargas Vila (sóio las que me parecieron eleva– das) me hicieron renunciar a cosas enormes, que incluso no hubiera yo abandonado a ningún precio? Quisiera ha– cerle comprender que estoy dispuesta a todo por la Ver– dad. Que soy valiente. Que no estoy «aferrada» a nada, y que, por tanto, ni la muerte misma me haría claudicar. Quisiera, en fin, hacerle comprender que no soy tan frí– vola como usted supone y tal vez yo parezco. »Sería absurdo agradecerle que me de;;ee tanto bien... Ya sabe cómo recibo sus deseos. Y sus oraciones. Dígame qué opina de todo lo que le digo. Estimo en mucho su opinión. Aconséjeme. Contésteme muy pronto. »Y reciba el cariño de la «pobre» Carmen». 510

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