BCCCAP00000000000000000000393

más ni más, y que, por tanto, al día siguiente, sábado, cogería el tren correo de la noche. El domingo por la mañana estaba ya aquí; y en ese primer día yo me en– contraba molestísima. Me acordaba mucho de Manolo, y deseaba de veras que Fernando se marchara. Pero al se– gundo día empezó (vea qué malicia) a presentarme a todo el mundo: «Mi novia». Que si visitas a unos tíos... ; que si a mis primos... Cuando me di cuenta, estaba amarra– dita, amarradita. Pasó aquí cinco días; y en resumen: que nos casamos dentro de poco, tal vez en junio o julio. »Creo que ya le dije que Fernando está de Profesor en Ponferrada, donde ahora hay, según me dice, un mo– vimiento enorme a causa de las nuevas industrias que están poniendo. Y creo que le dije también en alguna de nuestras entrevistas que Fernando anda poco más o me– nos como yo en cuanto a la Fe... Su familia ha sufrido algunos contratiempos por su significación política de iz– quierdas; él no se ha metido mucho en esas cosas, y es un hombre juicioso y bueno, pero no cree en la Iglesia ni practica la religión. A mí me deja en completa libertad para que en estos asuntos piense y haga lo que quiera. »Se marchó anteayer por la noche y ya hoy he reci– bido carta suya diciéndome que podemos contar con casa para cuando nos casemos. Están terminándola. Dice que es chiquita, pero muy confortable. » Voy a decirle una cosa: pensaba escribir un libro. Y aún pienso escribirlo; pero se me pasó un poquitín la furia. En la próxima le diré por qué se me ocurrió es– cribirlo, y, en parte, de qué va a tratar. Ahora leo bastan– te, y tengo a la espera unos cuantos libros sin empezar, entre ellos Oro, que compré recordando que usted me lo había aconsejado. ¿Sabe qué estoy leyendo estos días? Otelo, y me gusta. »Se me ocurre ahora que le va a parecer rans1mo que me vaya a casar con Fernando, después de asegurarle que estoy enamorada de Manolo. Tenga en cuenta que el ca– riño y el amor .no son cosas iguales. Seguir «amando» a Manolo, puedo hacerlo, con el pensamiento. Y seguir «que– riendo» a Fernando, puedo hacerlo, viviendo con él. Ca– sarse por amor me parece un disparate. Sólo se debe ca– sar una por cariño. Yo siempre pensé que casarme con un hombre del cual estuviese enamorada, sería matar 509

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz