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cristiana se basó en ellos para hacer sus más composiciones. »También nosotras sentimos el mismo deseo de la de Dios y el bien de los prójimos; nuestra vida está sólo para ello. Queremos entregarnos con el alma y con la vida a algo grande, atrevido. ¿No recordáis con qué opti– mismo e ilusión hicimos el bachillerato y la carrera? Los mejores ratos de nuestra existencia los pasamos allí, en– tre los muros del Instituto y la Normal. Las preocupacio– nes, los trabajos, las alegrías y los sueños se aunaban fe– lizmente; y había siempre una esperanza: terminar el curso con brillantez. Al fin, llegó el día, los largos años de preparación desembocaron en el término soñado: ¡ ya éramos maestras ! »Nuestro ideal era éste: desempeñar el mismo oficio de Jesús. Ya estábamos advertidas de que en nuestra la– bor, como a El en la suya, no nos faltarían incomprensio– nes, ingratitudes... Pero, ¿qué importaba? Soñábamos siem– pre con lo mejor; y sabíamos que en innumerables pue– blos y aldeas había urgente necesidad de maestros com– petentes, celosos, ilustrados en la ciencia de las almas, aptos para, con el ejemplo de una vida recta e intachable, impregnar de santidad, armonía y pureza el ambiente que les rodease. »Para nosotras ya sonó la hora, y vamos a empezar a trabajar... Yo os diría lo que Tobías a sus hermanos los israelitas: «Dios os 11a dispersado entre las naciones que no le conocen, para que vosotros les deis a conocer sus maravillas, enseñándoles que es el solo Dios y Omnipoten– te»... Daba después una serie de consejos prácticos a sus compañeras, sobre el modo de tratar con la gente del pueblo y su labor entre los niños; y acababa así: «Llegarán días grises, o totalmente oscuros... Con la mayor fuerza sentiréis la nostalgia de los vuestros y las ganas de abandonar vuestro campo de operaciones. No hay derecho a que después de sacrificaros tan abnegada– mente os rodeen tantas incomprensiones, o quizá ingrati– tudes, y críticas... Entonces, no lo dudéis: retiraos a de– sahogar vuestro corazón con el único que sabrá compren– deros. Sin Jesús no seréis capaces de perseverar en el ver– dadero plan de maestras cristianas; pero con El podréis 502

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