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che con la satisfacción de que parte de aquellos «de– lirios» eran ya hermosa realidad... No pocas almas jó– venes se movían entusiastas y dóciles en tomo suyo; y muchas de tales soplaba activamente el espíritu de llevándolas a un vivir cristiano sin cobardías. Lo mismo en silencio que haciendo mucho ruido, cuando era necesario, se trabajaba una semana tras otra... Y a cara descubierta, con santo descaro, tan pronto se confesaba a Cristo como se luchaba por su Verdad. El retorno de ciertas aves, junto con un no sé qué que podía respirarse en el aire y palpitaba oscuramente en la Naturaleza, iba anunciando que la primavera volvía... Era tal vez el tiempo de cantar con palabras sagradas: «Hanse alejado ya los temporales... Llegado es el tiempo de la po– da; las flores empiezan a aparecer, y el arrullo de la tór– tola puede ya escuc1zarse por nuestros campos... » Con la expectación de la nueva primavera, el P. Fidel daba gracias a Dios porque aquel su segundo invierno de labor apostólica se iba bien colmado de trabajos y de fru– tos. Empujando a los temporales, a las heladas, a las nie– ves, llagaba ahora marzo, con vuelo de golondrinas, tra– yendo de una mano a la primavera, y de la otra al primer aniversario de «AVANZADILLA», periódico quincenal de combate. 500

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