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nes». .. Mucho abunda todo esto; pero hay también más que esto. A últimos de enero hubo que dar sentido adiós a varios miembros de la Juventud femenina. Eran seis muchachas, piadosas, inteligentes y simpáticas, que recién acabada la carrera del Magisterio, y con muy buena puntuación en las últimas oposiciones, tenían que marchar a sus escue– las correspondientes. Sólo una de ellas, nuestra conocida «Azucena», era ya algo veterana en estas lides de la ense– ñanza en pueblecitos apartados; las demás iban como «no– vicias»: llenas de ilusiones y proyectos, pensando hacer muchísimas cosas inmejorables, y..., sin poder comprender que en su nueva vida, máxime durante los primeros meses, habrían de encontrar tanta dureza y amarguras como algu– na vez se les había dicho. ¿No iban ellas con las mejores disposiciones, a trabajar de veras, a amar a todos y a sacrificarse por todos? Pues entonces, ¿quién podría mirar– las mal?, ¿quién habría de ponerles dificultades? Y si a pesar de todo la vida resultaba dura en aquellos rincones apartados de la provincia, sabrían ofrecérselo muy gene– rosamente a Dios. «Azucena», al fin, tuvo que abandonar su escuelita de Víllachopos, por imposición de la familia. Ahora había ga– nado escuela en una importante villa del Bierzo; y allá se iba, con los mismos afanes apostólicos de siempre. El P. Fidel sentía enormemente la marcha de aquellas chicas porque eran de lo mejor de su Juventud. Le consola– ba pensar que era Dios quien disponía tal dispersión de la buena semilla para beneficio de muchas tierras abandona– das. «Avanzadilla» las despidió así: «Adiós, maestritas. Adiós, queridísimas hermanas nues– tras. Habréis de tener, sobre todo al principio, amarguras de incomprensión y largas horas de soledad... Mucho ha– brá de costaros la perfecta adaptación al vivir de esas gentes entre las cuales tenéis señalado vuestro puesto. Por eso os encomendamos muy de veras al buen Jesús, «Divi– no Maestro», para que El os acompañe, y vele por vosotras, comunicándoos en todo momento luz y serena fortaleza. »Seréis siempre dignas de la muy alta misión que se os ha confiado; seréis pequeñas apóstoles, que a la acción 496

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