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acc10n de gracias cuando vi tan clara la voluntad de Dios sobre mí. Estoy convencida de que la verdadera alegría viene después del sacrificio: yo he hecho algunos, y soy ahora una mujer feliz como ninguna. Es verdad que no me faltan días tristes - usted, que me conoce, comprende– rá fácilmente el porqué de mis tristezas -, mas procuro que sean los menos. ¡ Es muy dulce abrazarse a la Cruz con Jesús! No quiero separarme de ella nunca, nunca..., y sufriré como El sufrió, para asemejarme a El siquiera una «chispina». »No me merezco que me quieran tanto... ¡Cómo me mima Jesús! Hay muchas chicas más buenas que yo, y a lo mejor sólo encuentran desprecios y falta de cariño. To-– das las gracias que yo dé a Jesús serán pocas. »Ayer, a las siete y media de la mañana, cuando aún no era de día, estuve en una cueva que hay cerca de aquí, en la falda de un monte. Fui a llevar todo lo que necesita un niño recién nacido y cosas de comer a su madre. Nadie se enteró en casa - si lo supieran, me reñirían - ; por eso fui tan temprano. Es malísima aquella pobre mujer, se– gún dicen, y muy inmoral; pero yo creo que lo es porque nadie la quiere de verdad: todos la desprecian y no la quieren con cariño. Yo sólo tengo contra ella el que sea tan mala. ¡ Fíjese que tiene ya unos cuantos hijos, y se– gún dicen, cada uno de un padre, y desgraciadamente pa– dres de diecisiete y dieciocho años ! »Yo fui a verla, porque el niño no tiene ninguna culpa, y el pobretín pasaría mucho frío, pues no tenían ni una manta. Cuando empecé a darle todo lo que llevaba, le de– cía también que fuera buena..., que se acordase de Dios y de la Virgen, etc. ¡ Si viera usted con qué alegría me miró! No sabía cómo expresarme su agradecimiento. Me abrazó y me besó muy fuerte. En el primer momento yo sentía asco, y hasta «picores» (cosas de la imaginación tal vez), pues estaba muy sucia... ; pero a los pocos minutos, ya no me pude contener, y correspondí con toda mi alma, y lloré como una tonta. Me di cuenta entonces de cuánto se puede conseguir con cariño y ayuda. »No sé si le aburriré con todas estas bobaditas mías... Pero es que de otras cosas no tengo nada que contarle. »¿No sabe? ¡Esto es de juerga! Ayer recibí tres cartas (no me lo explico). Una, de G. A., el de León, diciéndome 493

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